25/3/11

Dehesas: pasado, presente y futuro



Se calcula que hay 2 millones de hectáreas de dehesa en la Península Ibérica. Se suelen ubicar en zonas marginales, tanto por su limitada vocación agraria como por la inexistencia de tejido industrial.

El término dehesa procede de la palabra castellana "defensa", que hace referencia al terreno acotado al libre pastoreo de los ganados trasumantes mesteños que recorrían el suroeste español.
Por tanto, sería correcto pensar, que la costumbre de los romanos de establecer latifundios en territorios marginales sería el verdadero origen de las mismas, consideradas como superficies amplias controladas por un único propietario.



Hasta el año 924 no aparece la voz dehesa, aunque con anterioridad nos encontramos en las leyes visigodas el término referido al acotamiento de fincas, el llamado "pratum defensum" (defensa de los prados), seguramente tomado de los romanos.

Tiene, por tanto, un origen histórico que se remonta a épocas remotas.  Quizás sea con la Reconquista y la concesión de grandes extensiones a las Ordenes Militares, los Señoríos y los Concejos de Realengo cuando se impongan las grandes propiedades.

Con la creación de las Cañadas Reales aparece un serio conflicto entre los trasumantes mesteños y los habitantes de los Concejos, debido al empleo por aquellos de los mejores pastos para el ganado. Aparece entonces el término "defendere", con el que se denomina el permiso concedido por parte del rey para acotar y cerrar las fincas ante los grandes privilegios que disfrutaba el Real Concejo de la Mesta. Esta nueva figura supone el mantenimiento de la explotación del pastizal-encinar principalmente con cabaña porcina, aunque en lo que a Extremadura se refiere, provoca la aparición de los primeros rebaños merinos, así como el sistema de arrendamiento de pastizales a los rebaños trashumantes.





Con las desamortizaciones aparecen las grandes propiedades personales, y para algunos autores, este acontecimiento es el que permite la conservación de las dehesas de encinar-pastizal, evitando así la desaparición del bosque meditarráneo adehesado. En cambio, para otros, supuso un gran perjuicio, ya que llevó a que se talaran más árboles para poner más suelos de cultivo. Incluso algunas dehesas fueron pagadas total o parcialmente, talando total o parcialmente el monte, vendiendo los productos así obtenidos como leña, carbón o cisco.



Con el hambre que ocasionó la postguerra, fueron muy pocas las dehesas y pastizales que quedaron sin cultivar. Esta presión también afectó al arbolado y quedó reflejada en la destrucción de amplias superficies de bosque adehesado.

A partir de mediados del siglo XX, la aparición de la Peste Porcina Africana, provoca el declive del cerdo ibérico, y por tanto el aprovechamiento de la bellota, pasando a una fase de abandono de la producción forestal en favor del cultivo, siendo éste uno de los factores responsables de la tala y el aclareo abusivo del encinar, con lo que se desencadenan importantes problemas de degradación.

En la actualidad, es el cerdo ibérico el animal que más espacio de dehesa ocupa, que según las fuentes consultadas, se establece entre 1 y 1.5 millones de hectáreas. Tan sólo, la dehesa del Valle de los Pedroches, ocupada por esta raza de porcino, ocupa una extensión de 300.000 hectáreas.



Casi el 100% de la dehesa del planeta está repartida por el Mediterráneo, y  alrededor del 70% de la misma se ubica en la Península Ibérica. Sin embargo, muchas de estas zonas, como la de la Sierra de Aracena, o la Sierra de Sevilla, algunas partes de Córdoba, incluyendo el Valle de los Pedroches, las áreas de Montanchez o Fregenal en Extremadura, o el sur de la provincia de Salamanca, están viendo como la seca se va introduciendo en las formaciones arbóreas, poniendo fin a la vida de miles de encinas y alcornoques.

La seca, que según un trabajo universitario de Juan J. Tuset, está alcanzando “proporciones epidémicas” en las masas arbóreas de regiones con abundante bosque mediterráneo como Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha, Madrid y Castilla y León, es una afección cuyo síntoma principal consiste en un decaimiento de la copa de los árboles del género Quercus, notablemente encinas y alcornoques. El decaimiento se puede producir de forma lenta –caída gradual de las hojas y presencia de ramas parcial o totalmente defoliadas– o de manera más súbita, con un secado rápido de las ramas y las hojas adheridas por un tiempo al árbol muerto. La enfermedad está provocada por un hongo, aunque en su presentación influyen muchos otros factores. Los lugares en donde aparece con más frecuencia, son áreas con suelos arenosos, profundos, en zonas térmicas muy soleadas, habitualmente abiertas (75% de los casos), explotadas con ganado, frecuentemente sobreexplotadas (60% de los casos), y muy pobres en nutrientes. La cantidad de árboles perdidos supera los 500.000. Un amplio estudio sobre este grave problema y como abordarlo e intentar solucionarlo, lo puedes leer aquí, en donde se puede leer:

"El único animal que rentabiliza la dehesa y costea las labores que se tienen que realizar para conservarla es el cerdo ibérico de bellota. Además es un animal respetuoso con el ecosistema de la dehesa, y ha sido el verdadero responsable de que este sistema haya subsistido hasta nuestros días". También se hace alusión en este informe al toro de lidia, del que se dice:

"Muy especialmente debe considerarse también como un elemento vital para las dehesas el mantenimiento del toro de lidia, perfecta obra de ingeniería realizada por los ganaderos a través de los siglos. Es un elemento de la dehesa que ha sido esculpido mediante siglos en un medio difícil gracias a sus características: sobriedad (parquedad de raciones consumidas, alta capacidad digestiva…); rusticidad (resistencia, adaptación al medio); longevidad (fecundas por encima de los 13-15 años); fertilidad alta y facilidad de parto y aptitud para el cruzamiento. Es un tipo de ganadería tradicional que potencia el desarrollo rural y tiene gran repercusión cultural y turística y por otra parte la raza de lidia en sí misma es el máximo exponente de diversidad racial. Es la raza autóctona por excelencia y que además aporta a la dehesa un valor añadido, como pieza insustituible del paisaje y como auténtico guardián de la dehesa, por sus condiciones de temperamento".

Como se puede apreciar, al toro de lidia se le considera beneficioso para la dehesa, por cuestiones bastantes diferentes a las que se le otorgan al cerdo ibérico de bellota.




Las dehesas son pastizales seminaturales que se extienden por amplias áreas de suelos pobres. Son un buen ejemplo de equilibrio entre explotación por el hombre y conservación de recursos naturales. Son zonas que con anterioridad estaban ocupadas por bosques, y que como consecuencia de talas, siegas, incendios controlados, roturaciones del terreno, y ramoneo de cabras, produjeron la apertura de claros en el bosque, y que necesitaban de un mantenimiento, ya que si no, la sucesión ecológica restauraría el bosque primitivo. En la actualidad las cabras han sido sustituidas por ganado ovino, porcino, caballar y vacuno, y algunas especies cinegéticas.



La producción en un suelo con arbolado es superior a las de las zonas sin el, observación que muchas veces se ha ignorado y que ha provocado el arranque brutal de encinares completos.

Los árboles desempeñan funciones muy importantes en las dehesas. Los principales son la encina y el alcornoque, seguidos del roble y del quejigo. En las zonas de este tipo de terrenos que reciben mucho sol, abundan las leguminosas, y en las de sombra las gramíneas.



El pastoreo favorece a las especies de plantas con tasas de renovación más altas (encespedamiento del pasto), porque las que no son capaces de regenerarse o de reproducirse rapidamente acaban siendo eliminadas por el ganado. Esto se traduce en que no aumenta la biomasa vegetal, porque es comida por el ganado.



La explotación ganadera de la dehesa rejuvenece las zonas bajas de la misma. Si no fuera por esta explotación, la producción de estas zonas se invertiría en estructuras leñosas, recuperándose el bosque. El pastoreo puede mantener las dehesas en equilibrio ecológico, pero si éste se hace excesivo, acabará disminuyendo la resistencia de las plantas a la sequía por el aumento del pisoteo, lo que llevará a desnudar y erosionar el suelo. Si el pastoreo es escaso favorecerá la aparición de especies poco apeticibles para el ganado doméstico que son las propias de la sucesión natural hacia el bosque.



El cultivo típico de la dehesa es itinerante, con periodos cortos de cultivo seguidos por otros más largos de recuperación del terreno. Cuando se cultiva, el arbolado obliga a dejar zonas sin labrar en la proximidad de los troncos. Así se mantienen pequeños lugares en los que no se modifica la estructura del suelo y en los que se conserva la flora y la fauna del mismo, y las hierbas del propio pastizal. Cuando el cultivo se traslada a la otra parte, estos núcleos que han mantenido la diversidad y cierta complejidad en su composición, facilitarán que el sistema se recupere con rapidez.

La rentabilidad de la dehesa se basa en minimizar las entradas de energía, buscando el autoabastecimiento. Otros países están mostrando un gran interés en las prácticas de la ganadería extensiva en pastos seminaturales arbolados, dado que constituyen una muestra evidente de que puede alcanzarse un equilibrio entre explotación y conservación de buena parte de los valores naturales.



Cuando se habla de pastos, normalmente se suele pensar exclusivamente en formaciones abiertas con hierba o, como mucho, con especies arbustivas. Sin embargo, en España hay 3.700.000 de hectáreas de pastos con arbolado denso y otras 3.750.000 hectáreas de pastos con arbolado ralo y dehesas.

Pero la influencia del arbolado sobre los estratos inferiores no se debe sólo a la sombra, sino que es consecuencia de la modificación, a nivel de micro y mesohábitat, de factores ambientales tales como la radiación solar, la precipitación, la humedad y la disponibilidad de espacio, agua y nutrientes. El desarrollo del estrato arbóreo elimina microhábitats, sólo sobreviven bien especies umbrófilas, trepadoras y epifitas, hay una reducción de anuales y geófitas, etc.; todo lo cual se traduce en un descenso de la diversidad con respecto a zonas más abiertas.



Luis et al.(1987), comparando claros y bosque de melojo, obtienen valores más elevados de diversidad en la zona de claro. Para Boza et al. (1997), el pasto desarbolado presenta más diversidad florística, mayor densidad de plantas y más calidad de la oferta forrajera. Por otro lado, y al menos en ámbito mediterráneo, según Ferrer-Benimeli y Broca (1999) la diversidad suele ser mayor en formaciones leñosas más o menos abiertas que en los extremos de bosque denso y pasto herbáceo.

Es un hecho conocido desde antiguo que el pastoreo favorece algunas especies de pasto y perjudica a otras e incluso da lugar a la aparición y desaparición de especies en el ecosistema pastado. Esto es debido a la selectividad del ganado en su alimentación. La coevolución de herbívoros-hierba ha dado lugar a la aparición de plantas perfectamente adaptadas a ser explotadas y rozadas periodicamente. En general favorece a las de alta tasa de crecimiento, y a las leguminosas, y perjudica a las más competitivas y por lo tanto dominantes.



Es un tópico considerar al pisoteo del ganado como un factor del pastoreo exclusivamente negativo. Es cierto que cargas ganaderas excesivas pueden producir erosiones (especialmente en suelos y topografías sensibles). Pero la acción del pisoteo, a los efectos del mantenimiento del paisaje y de la biodiversidad, puede tener efectos positivos.
Por ejemplo, el pisoteo contrarresta la dominancia de arbustos en el monte, al quebrar las especies leñosas, al menos en sus estadios iniciales. Es obvio también que la acción del pisoteo favorece, a modo de rulo, a las especies estoloníferas puesto que al aplicar los tallos al suelo, a partir de sus nudos se desarrollan raíces y brotes.
Pero quizás la acción más relevante del pisoteo con respecto a la biodiversidad es la formación de irregularidades del terreno, con pequeñas calvas de denudación (que no es sinónimo de erosión) o incluso de pequeñas depresiones donde se acumula agua (Lucena et al. (1963).



Las excretas del ganado, incorporadas al suelo directamente a través del pastoreo, son evidentemente fertilizantes (abonado, enmienda y corrector). Para Montserrat (1996), las deyecciones del ganado “estimulan la vida en el suelo, reparten fertilidad y crean así muchas oportunidades para mantener la diversificación del manto vegetal”. Ferrer-Lorés et al. (1997b) resaltan la heterogeneidad en la distribución de las excretas por el ganado (Grant et al., 1996) y su consecuencia sobre la diversidad vegetal. Lucena et al. (1963) atribuyen, en parte, a los excrementos del ganado la elevada riqueza florística de las dehesas del Oeste de España. Torres et al. (2001) consideran que el aporte nitrogenado de la ganadería extensiva, en pastizales de las Sierras Sub-béticas, “favorece el aumento de la cobertura de las especies en superficie, a la vez que la composición florística se enriquece en gramíneas y leguminosas”.

Una alta densidad de semillas en los excrementos puede atraer a predadores (hormigas, ratones, etc.); se trata de una predación “densodependiente” (Janzen, 1982). Que la actividad microbiana puede producir pérdida de viabilidad de semillas. Que algunas semillas inician su germinación en los excrementos frescos y mueren desecadas en las primeras fases de desarrollo (Janzen, 1983; Janzenet al., 1985); por ello se registran mayores pérdidas en las semillas fácilmente germinables.

Las especies exozoócoras son aquéllas cuyas semillas pueden ser transportadas por la lana, la piel o las pezuñas de los animales. Se consideran especies exozoócoras (o epizoócoras) aquéllas cuyas semillas presentan adaptaciones morfológicas tales como ganchos, puntas, cubiertas de mucílago o similares, que ayudan a adherirse al pelo, piel o pezuñas de los animales. La repercusión de la exozoocoria en la biodiversidad de los ecosistemas resulta por tanto obvia.





Volveríamos por tanto a considerar el caso de las calvas, huecos o “micrositios”ya comentados en el epígrafe del pisoteo, si bien en este caso originados por otro factor del pastoreo, las deyecciones. Malo y Suárez (2001) analizan la supervivencia de semillas dispersadas con los excrementos de vacas, estableciendo algunas hipótesis.



La intensidad de pastoreo es una variable que suele medirse en términos de carga ganadera, es decir, ovejas ha-1, vacas ha-1, cabezas ha-1, UGM ha-1, etc. Debe diferenciarse, no obstante, la llamada carga instantánea o densidad de ganado, que se refiere a un tiempo determinado (1 semana,1 mes, etc.), de la carga anual, referida a un año (por ejemplo vacas ha-1 año-1) y que suele ser muy utilizada para definir intensificación o extensificación y el correspondiente derecho al cobro de primas o subvenciones.

El pastoreo puede clasificarse en moderado, el equiparable al que realizan los ungulados salvajes; el pastoreo intenso (que no debe ser confundido con el pastoreo intensivo), es aquel en el que se consume el 60% de la producción anual de biomasa pastable; el sobrepastoreo se detecta a posteriori, cuando el ganado ocasiona un deterioro severo y a largo plazo sobre la productividad y la diversidad; en el otro extremo, el infrapastoreo, inferior al pastoreo moderado, implicaría un aprovechamiento ganadero insuficiente.

La exclusión del pastoreo se traduce en un acusado descenso de la biodiversidad. Con la exclusión del mismo hay una clara dominancia de las especies más competitivas, en general gramíneas, y un descenso de las leguminosas.



Se reconoce el aumento de la riqueza específica por efecto del pastoreo que abre espacios ecológicos a otras especies colonizadoras. El pastoreo limita en cualquier ambiente la exclusión competitiva entre especies vegetales. Los efectos del "infrapastoreo" son más perjudiciales que los del "pastoreo intenso". El "pastoreo moderado" también puede incrementar la diversidad. El "pastoreo intenso" sería una forma eficiente y ecologicamente saludable de uso y gestión del territorio, ya que permite la existencia de pastos rejuvenecidos, con diversidad de estructuras y funciones que implica gran estabilidad, reduciendo la competencia, y favoreciendo la coexistencia de una gran cantidad de especies de tamaño pequeño. El "sobrepastoreo" es perjudicial.



En la actualidad son numerosas las regiones europeas de pastos, abandonadas a todo uso desde hace tiempo, que están siendo gestionadas de nuevo con ganado, con una óptica no simplemente productivista, sino que también enfoca objetivos de conservación, persiguiendo en especial la preservación de la diversidad.

Cualquier empresa ganadera extensiva debe diversificar la ganadería, con animales de distintas exigencias y un orden de prelación del pastoreo bien planteado: primero vacas, luego ovejas, por ejemplo. La alternancia de especies adaptadas a las diversas funciones y que producen pasto con rapidez, es "una diversidad organizada durante millones de años". En la actualidad, la mayoria de las explotaciones se llevan a cabo con una única especie por razones meramente económicas.



Aún así, en la revista "Ecología y Medio Ambiente, Salvador Rebollo, afirma que, para entender las posibilidades de uso sostenible de los ecosistemas de pastizal, es imprescindible situar éstos dentro de un esquema de intensidad de uso, en el que deberíamos diferenciar estados de madurez, explotación, degradación, y crisis.

En el "estado de madurez" se situarían los ecosistemas naturales no explotados, dominados por la vegetación leñosa. También pueden encontrarse aquí pastizales naturales predominantemente herbáceos. A medida que la explotación aumenta, la estructura se simplifica, y el ecosistema es desplazado al "estado de explotación". En este estado, el ecosistema adquiere el aspecto característico de los pastizales, con una estructura más abierta, dominado por el estrato herbáceo y arbustivo. Estos pastizales presentan diversos sub-estados según el tipo, abundancia, disposición de la vegetación arbórea, arbustiva y herbácea, tipos de herbívoros, y régimen de manejo, frecuencia e intensidad de otras perturbaciones, como incendios, sequías...



Si la intensidad de la explotación aumenta, la estructura del ecosistema se simplifica, se pierden especies y comienzan a apreciarse problemas de erosión del suelo. El ecosistema pasa así a un "estado de degradación". En este estado, la cobertura de vegetación leñosa se reduce todavía más o es sustituida por especies sin interés forrajero e indicadores de degradación. El retorno al estado de explotación es posible pero difícil porque la comunidad de plantas se ha simplificado y ha cambiado su composición. El pastizal puede aparecer colapsado, sin capacidad para recuperar el suelo. Puede retomar el "estado de explotación" en circunstancias benignas duraderas, generalmente por una secuencia de años humedos y bajo condiciones de gestión ganadera apropiada. Si la intensidad de explotación se acentúa, el ecosistema entra en crisis, y la pérdida de especies y de suelo es ya muy aparente. Llegada a esta situación, el ecosistema ya no tiene capacidad de retorno a las situaciones anteriores o a la escala temporal de una explotación ganadera.

Para alcanzar estados donde sean compatibles la explotación y la conservación, es decir, el aprovechamiento sostenible de los pastizales, es necesario mantener elementos estabilizadores como son los individuos o fragmentos de vegetación leñosa intercalado en el pastizal, razas de ganado autóctono adecuadas para afrontar las fluctuaciones en la disponibilidad de los recursos, comunidades de plantas adaptadas al pastoreo con esos herbívoros, y pautas de manejo adaptadas a las condiciones locales.



En este enlace se puede leer un interesante informe sobre el pastoreo y su influencia en el medio en que se lleva a cabo, y en éste un buen resumen de lo expuesto hasta ahora.

Mucho se ha escrito por parte de los sectores defensores de la Tauromaquia, sobre la necesidad de la existencia de la raza de lidia, para el mantenimiento de las dehesas. En todos los textos que he citado anteriormente, no se habla explicitamente de este tipo de animal, sino de ganado vacuno en general, de ganado ovino, caballar y porcino, por lo que podemos pensar que cualquiera de estas especies animales podrían sustituir a los bóvidos de lidia, en el hipotético caso de que los espectáculos en que son empleados estos animales fueran prohibidos en España, con lo que las dehesas seguirían formando parte del paisaje mediterráneo de la Península Iberica, y no se produciría su desaparición.



La afirmación que hace el empresario Manuel Martínez Erice, gerente de Las Ventas, no se ajusta por tanto a la realidad: "las 40.000 (seguramente dijo 400.000) hectáreas de dehesa existen gracias al toro bravo".

La vinculación de la ganadería de lidia a las explotaciones agrarias, a partir del siglo XVIII, se debió a la institucionalización de las temporadas taurinas y el levantamiento de plazas de toros, lo que hizo que la cría de toros se convirtiera en una actividad rentable para los propietarios de este tipo de ganaderías. Al finalizar el proceso de desamortización la crianza del toro bravo queda relegada a tierras marginales, apareciendo así el ganadero de lidia puro, es decir, aquel que no comparte la actividad con otras explotaciones agrícolas u otras especies ganaderas. Este tipo de crianza se concentró en un reducido número de provincias (solamente once) y cerca de las dos terceras partes se localizaban sólo en tres: Salamanca, Sevilla y Madrid. El último paso para la profesionalización de los ganaderos de lidia es la creación de la UCTL (Unión de Criadores del Toro de Lidia) en 1905.



Los ganaderos de bravo son los responsables de que exista el toro de lidia tal y como se concibe en la actualidad, porque durante estos últimos siglos han conseguido transformar un toro semisalvaje en el toro doméstico que hoy conocemos.

 Desde el punto de vista de la representatividad del ganado de lidia frente a otras magnitudes económicas, el autor apunta que, en líneas generales, la ganadería bovina representa, sobre la producción agropecuaria, del orden del 6 por 100 de la misma.

La ganadería de lidia se encuadra dentro del sistema de producción extensivo, asentado en la tradición familiar y en el concepto de empresa familiar. Pero, como señala el profesor Ruiz Abad, en este tipo de producción las cuentas de explotación no se suelen llevar con la rigurosidad de una contabilidad empresarial, y sólo se considera la remuneración de los factores de producción y el pago de los impuestos; además, no suele haber excedentes de explotación o estos son muy escasos. El mercado del toro de lidia no se ajusta a la teoría económica clásica de mercado, en la que la evolución de los precios relativos constituye el criterio de asignación de los recursos a las distintas actividades, ya que el precio del toro de lidia, en términos reales, se ha reducido en relación con el pasado. Una posible explicación de este fenómeno ajeno a lo económico podría ser que la condición de ganadero de lidia ha gozado de un prestigio y de un estatus social que lo hacen atractivo para los nuevos ganaderos, al darles acceso a los círculos sociales de la aristocracia y de las altas finanzas, lo que, a su vez, les permite invertir en otros sectores y diversificar.  Esta puede ser la causa fundamental del aumento de las explotaciones de ganado de lidia en España. A este respecto, en los últimos años se ha incrementado el número de personas que han invertido en este tipo de ganadería sin haber tenido vinculación previa con la misma, dando lugar a un fenómeno de capitalización del sector agrario por inversiones procedentes de otros sectores de la economía nacional.



El ganado de lidia no dispone de ningún sistema de apoyo específico dentro de la PAC, pero, como es natural, está incluido en las disposiciones de la OMC vigentes para la carne de vacuno, como señala la profesora Isabel Bardají Azcárate en su artículo. Desde la década de los noventa, la política de apoyo a la agricultura ha ido evolucionando desde un sistema basado en la intervención (vía precios y protección del exterior) hacia otro de ayudas directas (bien por hectárea de cultivo o bien por cabeza de ganado). Este cambio de orientación ha podido beneficiar a las explotaciones de ganado de lidia, ya que siendo sus ingresos menos dependientes del mercado de la carne, se les ha permitido, por un lado, percibir ayudas directas que han ido aumentando, y, por otro, mantener costes de producción más reducidos debido al descenso de los precios de los cereales. En el trabajo de los profesores Francisco Pulido García, Francisco Javier Mesías Díaz y César del Solar Llansó se analiza todo el cambio en el proceso regulatorio desde sus comienzos hasta nuestros días. En este sentido, la regu­lación actualmente vigente nace con la Agenda 2000, que se basó en la reducción de los precios de mercado, compensando parcialmente a los productores con sustanciales incrementos de las primas, cuya estructura se articula, entre otros, por medio de los siguientes instrumentos: prima por vaca nodriza, prima especial por bovino macho, prima al sacrificio de bovinos y un pago por extensificación de 100 euros por cabeza. En definitiva, existe, en la actualidad, un complejo sistema de primas del que, en su mayoría, pueden beneficiarse las explotaciones de vacuno de lidia por su carácter de sistemas extensivos de producción y en ciclo cerrado, y que, en su conjunto, pueden suponer una parte significativa de los ingresos percibidos por dichas explotaciones: de un orden del 40 por 100, en media, según los cálculos del profesor Caballero.



La PAC ha sido reformada en el año 2003, y en el pasado mes de junio la Comisión Europea aprobó la introducción del pago único (totalmente desconectado de la producción) y que sustituye a la mayoría de los pagos directos concedidos actualmente. Este pago único quedará vinculado, exclusivamente, a que los ganaderos mantengan en buenas condiciones la superficie que deben poseer para percibir dichos pagos: la denominada «condicionalidad». El riesgo implícito de este nuevo sistema de ayudas es el abandono de la producción, sobre todo en las zonas menos productivas (que suelen coincidir con las más desfavorecidas), con los consiguientes efectos perjudiciales sobre el medio ambiente, la ordenación del espacio y el desarrollo rural; por lo que, para evitar esto, se permite a los Estados Miembros la aplicación parcial del régimen de pago único.  En España se mantendrán en su totalidad las primas a las vacas nodrizas y al sacrificio de animales jóvenes, y en el 40 por 100 la de sacrificio de animales adultos, comenzando a aplicarse el régimen en enero de 2006.  De esta forma, una explotación de ganado de lidia podría beneficiarse de las primas a las vacas nodrizas (en las mismas condiciones que en la actualidad), y al sacrificio de animales en una cuantía próxima al 40 por 100 de los niveles actuales, pasando el resto a un pago único, para el que no será necesario mantener animales, sino tan solo una superficie equivalente al número de hectáreas declaradas en su momento (número de derechos); además, se pueden transmitir esos derechos, e incluso, si se dispone de la superficie necesaria para hacerlos efectivos, adquirir más derechos de pago en el mercado libre. Según la profesora Bardají, estas disposiciones harán que desciendan las ayudas percibidas bajo el nuevo régimen, estimándose reducciones del orden del 10-15 por 100 respecto a los niveles actuales, que pueden -e- incluso superiores en el futuro.



Se estima que en la Península Ibérica hay un área de unos nueve millones de hectáreas de pastizales, de las que alrededor de 300.000 hectáreas están dedicadas a la producción de ganado de lidia por parte de criadores de lidia, siendo las zonas más abundantes el centro de las provincias castellanas y extremeñas, y las occidentales de Anda­lucía y Castilla-La Mancha.

En una dehesa las operaciones que se destinan a la cría del ganado bravo se distribuyen en los ámbitos ganadero, agrícola y forestal, siendo los componentes bióticos de la misma la vegetación (arbolado, matorral y herbazal) y los animales (ovino, caprino, vacuno y porcino). Para determinar la pro­ductividad de una dehesa hay dos aspectos clave en referencia al suelo: textura (limo-arcillosa o arenosa) y profundidad (leñosa, matorral o arbolado). Los factores meteorológicos, junto con la diversidad de los suelos y la variabilidad de su fertilidad y profundidad, nos permite calificarlo como un entorno de difícil gestión, muy variable, lento en sus reacciones tecnológicas, frágil y de compleja reversibilidad cuando se realiza un manejo inadecuado. Asimismo, es muy importante la biodiversidad vegetal, ya que la condición botánica de la dehesa viene determinada por el número, la abundancia y la producción de sus especies vegetales. Dentro del estrato arbóreo predomina la encina dulce o bellotera; en el estrato arbustivo destacamos el acebuche, el madroño o la coscoja, distinguiendo, a su vez entre el matorral alto (lentisco, olivillas, majuelo, espino albar, jara pringosa) y el matorral bajo (espliego o cantueso tomillos, brezos, jaguarzo, romero); y finalmente, el estrato herbáceo, compuesto por gramíneas y leguminosas.  En su artículo el profesor Hernández Díaz-Ambrona destaca que producción anual de los pastos de dehesa es baja comparada con el potencial productivo alcanzable (1,5-2 toneladas/hec­tárea frente a 4 toneladas/hectárea o más), lo cual plantea sus posibilidades de mejora con algunos métodos como la fertilización de los pastos naturales, la corrección del pH del suelo, la introducción de especies y variedades, la fertilización, el mantenimiento correcto o el control de especies adventicias para mantener una correcta condición botánica. La dehesa constituye, por consiguiente, un sistema dinámico y cambiante en el tiempo y en el espacio, es decir, que no está en equilibrio, y en este sentido se puede afirmar que diversidad y heterogeneidad son dos aspectos característicos de sistemas que no están en equilibrio.



Un enfoque complementario nos lo ofrece Pablo Campos Palacín, investigador del CSIC, que introduce el concepto de renta ambiental, señalando que más del 50 por 100 del precio de mercado de una dehesa de toros bravos se puede deber a su renta ambiental auto consumida. En este sentido, un propietario de dehesa suele ser un inversor-consumidor que busca obtener, con su capital inmovilizado, una cantidad de renta de capital en dinero (con origen en las transacciones de los bienes y servicios comerciales) y otra cantidad de renta ambiental auto consumida, no sólo a través del posible disfrute personal, familiar y de otras personas invitadas a la dehesa, sino también a través de la revalorización mayor que puedan alcanzar las fincas con valores ambientales superiores, ya que el toro bravo que pasta en las dehesas tiene una aportación al mantenimiento de las mismas superior al de la ganadería mansa, por lo que sus dehesas muestran un valor ambiental en el mercado superior al precio ambiental de la ganadería mansa. Según Campos Palacín los beneficios comerciales en las dehesas de ganado bravo dan un valor a la hectárea que no llegan a los dos tercios del valor alcanzado por las dehesas de ganado manso; en cambio, sucede lo contrario con los beneficios ambientales de las dehesas de ganado bravo, ya que éstas últimas multiplican por tres el precio de la hectárea de la dehesa con ganado manso. Este proceso se ve favorecido por el hecho de que el precio de la dehesa depende cada día más de sus características como finca de ocio, en la cual un potencial comprador pagaría por disfrutar de la ganadería y de otros aprovechamientos de la dehesa, y por lo tanto, su propietario confía en que si llegara el día en que no tuviera necesidad de realizar el valor de su explotación, previsiblemente habría un comprador que sí estaría dispuesto a pagar por su valor capital ambiental, ya que éste es un bien superior cuya demanda aumenta más según aumenta la renta del país.



Cómo los números siempre "bailan" en función de quien los cita, el presidente nacional de la Unión de Criadores del Toro de Lidia, eleva el espacio de dehesas en España a tres millones de hectáreas, manteniendo que el toro de lidia ocupa el 20% de ellas.

Y ahora los números, unos reales, y otros inventados, como los que aseguran que el sector taurino da trabajo a 200.000 personas, cuando todo el entramado de la Justicia en España, emplea a 180.000 personas.

En el mes de noviembre se presentó en el Senado un documento con el título: "Informe de la ponencia del Senado del estudio sobre la protección del ecosistema de la dehesa" que se puede consultar aquí. , y que es bastante clarificador en cuanto a la situación y medidas a tomar para mantener y salvar estos espacios naturales, ante el preocupante deterioro que están sufriendo.

Este sector ganadero se hunde en precios. ¿Por qué? Los costes de mantimiento del toro han tomado la senda alcista en los últimos años, mientras que su precio de venta al empresario de la plaza sigue intacto, sin modificaciones. Un toro de lidia puede llegar a costar entre los 18.000 euros (en plazas de tercera categoría) a los cerca de 100.000 euros (en plazas de primera, como Las Ventas en época de San Isidro).

El ganadero llega a gastar hasta 4.000 euros en criar a ese toro a lo largo de cuatro años (tiempo que se precisa para preparar a un astado). Tan sólo a comida dedica unos 1.500 euros en total. Aparte están los gastos que acarrea el mantenimiento de la finca y el personal que trabaja en ella. Aunque apenas se destinan tres o cuatro vaqueros por cada 400 cabezas, su sueldo suele ser de entre 1.400 y 1.500 euros mensuales.

El negocio del toro da trabajo directo a cerca de 200.000 personas, entre personal de fincas, mantenimiento de las plazas, veterinarios, matadores, cuadrilla. Los datos que maneja el sector revelan un total de 3,7 millones de jornadas de trabajo generadas al año. En España, hay que mantener más de 540.000 hectáreas de dehesa para toros.

Un torero puede llegar a cobrar por corrida entre 36.000 y 450.000 euros, en función del tipo de plaza en la que toree y de la propia categoría del matador. ¿Quién gana esos 75 millones de las antiguas pesetas? Pues, según reveló a este periódico el citado empresario, José Tomás. El madrileño puede llegar a embolsarse esta cantidad en una tarde de San Isidro.
Por detrás de él están Enrique Ponce, El Juli, Sebastián Castella o El Cid, cuyo caché vale entre 35 millones y 50 millones de las antiguas pesetas (los empresarios siguen manejando la moneda española). Los que menos cobran reciben seis millones de pesetas (36.000 euros). De estas cantidades, el torero deberá pagar a su cuadrilla, que sólo cobrará un 10% más de lo habitual si el matador torea en una plaza de primera categoría.
Los salarios fijados en el Convenio Colectivo Nacional Taurino de 2008 para banderilleros y picadores se mueven en una horquilla entre 1.360 y 680 euros, dependiendo también de la plaza y del porte del matador. Sólo el tercer banderillero, es decir, el que hinca la puntilla al toro, cobra algo menos (aunque nada desdeñable). En este caso, el salario ronda entre los 1.051 y los 607 euros por corrida.

El mapa de plazas de toros está compuesto por 378 fijas y cerca de 3.000 eventuales. En un año, llegan a organizarse alrededor de 17.000 festejos taurinos, de los cuales, unos 2.000 son festejos mayores, es decir, corridas de toros, novilladas picadas, corridas de rejones y festejos mixtos.

 

 




















1 comentario:

clariana dijo...

Cuando se está viviendo todo el tiempo en una gran ciudad, imaginar todas estas dehesas, estos pastizales y toda la riqueza que contienen si se saben cuidar y explotar con mesura, es algo fascinante.
Cuando todo lo que vas pisando es cemento, asfalto, pensar en esas ovejas, esos cerdos, que con sus pisadas contribuyen a ese "rulo" de la tierra que achafando tallos y raices conseguirá que vuelvan a renacer nuevas plantas, y esas semillas y trocitos de planta que quedan agarrados a la lana de la oveja y que se trasladan de un sitio a otro, pudiendo germinar en el campo, pues todo ésto es una maravilla que los ciudadanos ignoramos, muchos de nosotros, y que por tanto no podemos valorar en su justa medida, quiero decir no como el que pisa esa tierra.
Y lo peor de todo que estos seres que disfrutan en esa Naturaleza, luego tengan que venir a parar a una plaza de esas ciudades, a un matadero de esas ciudades a morir. Es una lógica de la vida, de la producción, del negocio, pero dura para quienes amamos a los animales. Un artículo que debiéramos de conocer muchos, gracias.