28/2/11

Presentación a los estudiantes de la Universidad de Lugano



Hace pocos días nos reunimos en el Ateneo de Madrid con un grupo de estudiantes de turismo de la Universidad de Lugano (Suiza). Allí conocieron de primero mano lo que es en realidad  una corrida de toros. La presentación que se les hizo ha sido traducida al inglés y aquí os la dejo.

Esta mañana hemos recibido una carta de agradecimiento de la encargada de contactar con la "Tortura no es Cultura", y a través de la que fue posible la reunión con los estudiantes. Por lo que dice en la misma, el mensaje que les quisimos hacer llegar ha sido captado y asimilado.

Dice así:

Siento mucho no haber escrito antes pero estuvimos muy ocupados estas dos ultimas semanas después de nuestro viaje.

En nombre de todos los alumnos, profesores y de la universidad de Lugano te queríamos dar de nuevo las gracias por habernos recibido en vuestro establecimiento.

Ha sido una ocasión única para nosotros de poder ver y entender como funciona el mundo real y lo que nos espera después de nuestros estudios. Las diferentes culturas y éticas que componen nuestro mundo son unos temas a los que vamos a estar confrontados en nuestro trabajo y a través de nuestro encuentro hemos podido entender de manera mas definida la importancia de tales problemas.

Aquí os mando la foto para que tengáis un recuerdo y otra vez gracias por todo.

Un cordial saludo,

Olaya Lavilla





19/2/11

Sobre Tauromaquia, Veganismo, y Derechos de los Animales... (III)

Posteriormente, el autor del blog me dejó una serie de preguntas, que le he contestado:


Preguntas del autor del blog:

El toro, en un campo abierto, sin que se le haya infringido ningún dolor y sin que su vida corra riesgo, ¿dejaría de embestir a la muleta?

¿Sería éticamente aceptable sacrificar a un humano para la investigación y eventual descubrimiento de alguna vacuna? ¿Se puede considerar a los animales fines en sí mismos mientras que se considere justificable matar mil monos para salvar a un humano? ¿El utilizar a los toros como un medio para satisfacer nuestros deseos podría conducir a su extinción o a la de otra especie? ¿Los animales tienen alma y sentimientos? ¿Hay que plantear el asunto en término de derechos, para legislar a favor de los animales? ¿Es justificable matar animales por placer ventral más no con fines estéticos? ¿No leíste el argumento que trata la falacia de Hume, y resume lo irónico de querer universalizar nuestros sentimientos de compasión? ¿El mono que siente empatía por un semejante, será incapaz de atacar hasta matar a otro semejante? ¿Que en la práctica los humanos a veces no sean considerados como fines en sí mismos, desmantela la teoría del derecho moderno y las ideas kantianas? ¿Toda norma tiene que ser necesariamente respetada, para resultar sensata? ¿Tenemos la obligación de exigir derechos para los animales porque tenemos la capacidad de razonar? ¿Tenemos la obligación de exigir derechos para los animales porque podemos determinar qué es bueno y qué malo? ¿Quién determina qué es bueno y qué malo? ¿Los valores humanos no han ido cambiando a medida que se manifestaban los objetivos de la actividad humana?

Dependería de las condiciones en las que el toro sea manejado en ese campo abierto. Sé que hay toreros que lo hacen… Veamos: Todos los bóvidos tienen lo que se llama zona de fuga, que tiene unas distancias determinadas y estudiadas en determinado tipo de ganado. Sabemos que estos animales son bastante territoriales, por lo que si alguien invade el espacio en el que ellos se encuentran seguros, irán a por el intruso con seguridad. Si el torero aparece con su muleta en la zona en donde se encuentra el toro que quiere torear, se coloca a una distancia cercana, y le cita con la voz o con la muleta, es evidente que va a embestir. Como sabrás existen tientas de toros a campo abierto en algunas ganaderías que se hacen con los caballistas en lo que se llama acoso y derribo, y luego las que se les hacen a los erales para probarlos para ver si pueden ser útiles como reproductores, que se hacen con picador en campo abierto y con torero. El que vale o se supone que vale, se queda en la ganadería y el que no vale, cómo no va a poder ser lidiado en una plaza, va al matadero. ¿Justifica que estos animales tengan un instinto natural a la embestida para que sean utilizados en los espectáculos que se llevan a cabo en una plaza o en las calles de un pueblo? Volvemos de nuevo a la contemplación del mundo animal, en este caso de un animal domesticado, como un producto para nuestra diversión. ¿Hay algún problema en que el toro de lidia no sea criado para ser sometido a nuestro dominio? Podemos probar a criar toros de lidia en contacto diario con el ser humano desde que nacen y ver los resultados. Todos sabemos que el ser humano, es capaz, en virtud de mayor inteligencia de dominar a este tipo de animales. ¿Necesitamos certificarlo en un ruedo maltratándole y engañándole? Creo que es esta una cuestión que deberían plantearse los taurinos. No me contéis ahora lo de su necesidad para la sostenibilidad de las dehesas, porque ese engaño ha quedado en evidencia en un reciente informe presentado en la UE por el Senado de España, en el que se reconoce que el único animal útil para el sostenimiento de estas extensiones de terreno es el cerdo ibérico. Por cierto, sus árboles están muriendo dado el gran cuidado que han tenido los ganaderos de lidia en su conservación.

Para mí no sería justificable. Ya he expresado anteriormente lo que pienso sobre la experimentación animal. Lo que nadie puede negar es que a lo largo de la historia de la humanidad, muchas poblaciones han sido sometidas a la exposición de determinados patógenos o de determinados medicamentos para investigación, y en muchas ocasiones se les ha provocado la muerte. Todos sabemos que en EEUU puedes morir si no tienes un seguro médico que atienda tus dolencias, y todos sabemos que en África y en Asia, mueren miles de inocentes aquejados de enfermedades que podrían ser tratadas, curadas o controladas con medicamentos que en Europa podemos encontrar en cualquier farmacia de barrio. Podemos ampliar la argumentación al uso y ensayo de armas químicas.

Supongo que querrás decir: “si no utilizamos a los toros…” No, no supondría la desaparición de una raza, que no de una especie. El toro de lidia no es un animal que haya surgido de un proceso de evolución natural. Es un ser vivo manipulado y seleccionado por el hombre. No habría el número de ejemplares que hay ahora, pero quedarían los que se estimara oportuno. No debemos olvidar que la raza de lidia, en España, es una raza autóctona y por tanto protegida. No va a desaparecer nunca, como no lo han hecho los en la actualidad "inútiles" burros.

Depende del sentido que quiera dar a la palabra alma. Si utilizamos éste: "Principio sensitivo que da vida e instinto a los animales, y vegetativo que nutre y acrecienta las plantas”, es evidente que tienen alma. Si te refieres a algo más espiritual, es evidente que no. Y claro que tienen sentimientos: cualquier mamífero es capaz de sentir pena, tristeza, alegría, y es capaz de desarrollar patologías psicosomáticas derivadas de la frustración o el sufrimiento.

Derecho a llevar una vida digna, a infligirles el menor sufrimiento posible, derecho a proporcionarles el mayor bienestar posible, derecho a no provocarles daños inútiles (ya sé que el concepto que utilidad e inutilidad pasa a ser subjetivo, pero como nos conocemos ya sabes a lo que me refiero), derecho a respetar sus hábitats naturales… Derecho a que no sean utilizados con fines decorativos…

Me preguntas si encuentro justificado matar animales por el “placer” ventral, más no con fines estéticos. Esto pone en evidencia los fines por los que se causa la muerte de estos animales. Me reconozco omnívoro, aunque he renunciado a nutrirme con determinados tipos de alimentos, y no considero la alimentación como un placer, sino como una necesidad para mi organismo. He sido pescador durante muchos años y aficionado a las carreras de caballos, y he dejado de serlo. Todos los seres humanos, necesitan consumir alimentos de origen animal o vegetal. Yo todavía no he dado el paso de renunciar a alimentarme de proteínas animales, y es más que posible que nunca lo haga, aunque el tiempo lo dirá. Pero veo mucho más complicado este paso que el que los taurinos renuncien al placer que les proporciona la lidia de un toro. Aquí es evidente que las prioridades son diferentes, y creo que la estética (no sé qué hay de estético en una corrida de toros) está por detrás de la necesidad de satisfacer unas necesidades fisiológicas. Te recuerdo que la manera de dar muerte al toro, la puntilla, está prohibida en los mataderos de la Unión Europea porque se considera cruel para el animal, lo que de por si, debería ser un parámetro para haceros reflexionar. Para mí, el comer no es un placer, es una necesidad vital. ¿Es vital visionar una corrida de toros? ¿Es necesario para la fisiología de un ser humano contemplar la agonía de un ser vivo? ¿Qué tipo de emociones imprescindibles le proporciona una corrida de toros a un aficionado? ¿No las puede encontrar similares en otro tipo de diversión? Si me dices que no, que no las puede encontrar, empezaré a pensar que el que así opine, tiene un grave problema psíquico.

La compasión debe ser un sentimiento universal, pero no sólo por compadecernos de los que no pertenecen a nuestra especie, sino de los que son nuestros semejantes. Y entiendo la compasión, no como un proceso pasivo, es decir, mirar, observar, y sentir pena, sino como un proceso activo, de militancia, de acción directa… No se trata de compadecernos del humano que vive en la extrema pobreza, del que muere sin ver cubiertas sus necesidades más básicas, sino de procurarles los medios para que sean capaces de salir adelante y de valerse por sí mismos. ¿Nos interesa llegar a este estado de las cosas? Habrá que preguntarles a los que nos gobiernan y en cuyas manos está la solución. Muchas veces se acusa de a los defensores de los animales de no preocuparse de las desgracias de los de su propia especie, cosa que es una falacia, pero no deja de ser cierto y demostrable que ayudar a que el maltrato animal sea penado, y denunciado, es más accesible al ciudadano normal que el actuar contra la explotación del ser humano, el hambre…

Me preguntas si el mono que siente empatía sería capaz de matar a un semejante: es posible, pero el fin no sería nunca el mismo por el que un ser humano mata a otro a ser humano, y por tanto la consecuencia. Tampoco lo sería la razón por la que lleva a cabo esta acción, ni los sentimientos que les llevan a hacerlo. En ocasiones, los animales pueden ser crueles con los de su misma especie. Hace poco vi un reportaje sobre gorilas en que el que fue durante años el jefe de un clan, es repudiado por los que hasta entonces habían confiado ciegamente en su protección. La entrada en acción de un nuevo macho que se hacía con el control del colectivo, llevaba al olvido y a la muerte a este animal. ¿Podemos equiparar este tipo de comportamiento a los que desarrollamos nosotros con respecto a los animales que no son de nuestra especie? Es evidente que no ya que son las leyes de la naturaleza las que dictan este tipo de comportamientos, a partir de las que los animales han desarrollado sus instintos, que no olvidemos que forman parte de un aprendizaje fraguado durante siglos. Existen muchas especies animales que protegen a sus miembros más viejos hasta el fin de sus días, como las hay en que estos animales ancianos abandonan sus núcleos familiares para morir en soledad. No podemos hacer una generalización porque cada especie se guía por unos códigos de conducta diferentes. Pero desterremos la idea de que los animales salvajes se guían por la ley del más fuerte, que es el que impone su supremacía sobre el resto. En muchas ocasiones un colectivo de animales se rebela contra el que de forma egoísta no dirige correctamente el clan en el sentido de que todos los miembros coman y se mantenga el equilibrio adecuado para la especie. Digamos que no es el más fuerte, sino el más equilibrado el que dicta las normas en los grupos de animales en que existen las jerarquías.

No todas las normas que respetamos son sensatas, y ahí están los resultados obtenidos por nuestra especie a lo largo de los años de existencia. Ahora bien, si me parece sensata la norma o ley que ha llevado a la abolición de las corridas de toros en Cataluña, que impedirá la insensatez de maltratar a un toro, y del mismo modo me parece insensata la otra norma que no prohíbe los correbous. Todo está en función de la sensatez e insensatez del que promulga las normas, aunque en este caso los individuos que así lo han decidido sean los mismos. Se puede ser sensato para unas cosas e insensato para otras. Un ejemplo sería el torero o el ciudadano que cuida y ama a su animal doméstico y que mata toros o asiste a una plaza a ver como los matan. Para mi este tipo de comportamientos son contradictorios. No se puede diferenciar el maltrato en que el animal sea domesticado o que sea de compañía, es decir, en la cualidad del animal.

Esa es para mí la única razón de que debamos exigir derechos para los animales. Es razonable que como seres racionales que somos, demos ese paso adelante.

El concepto de lo bueno y lo malo, daría para una buena disertación filosófica, lo mismo que lo considerado objetivo o subjetivo. Es evidente que para ti no es malo hacer sufrir a un toro en la plaza, y para mí sí que lo es. Del mismo modo que para mucha gente llevar a sus hijos al circo o a un zoo es bueno, y para mí no lo es. Para el que cuelga a un galgo de un árbol está claro que no hay nada malo en su acción, pero está prohibido por la ley, lo mismo que estaba prohibida la caza de ballenas, y los japoneses no lo respetaron justificando que lo hacen por motivos científicos. Ahora han abandonado la caza en la Antártida diciendo que es por la imposibilidad de hacerlo por la presencia de barcos ecologistas cuando la realidad es que lo han dejado porque prácticamente nadie consume carne de este cetáceo. Es subjetivamente una mala acción ya que se trata de una especie en extinción, como lo es al atún rojo, por cuya pesca España será sancionada por la UE en breve, o así lo han anunciado.

Sobre lo que es bueno o es malo, ya he dejado algún apunte en mis contestaciones. Es evidente que no hay consenso al respecto, y que los filósofos a lo largo de la historia de la humanidad, se han dedicado a plantear numerosas hipótesis al respecto. Para mí, hay un hecho objetivo que puede decirnos lo que es bueno o lo que es malo en el tema que estamos tratando: cualquier acción sobre un ser vivo que consista en causarle un daño gratuito, es intrínsecamente reprobable y por tanto malo.
 
 Deconozco lo que son los valores humanos. Nunca me ha gustado le expresión "educar en los valores", principalmente porque no conozco a nadie capacitado para inculcar valores, o lo que se entiende por ellos. ¿Qué valores? ¿Los cristianos, los musulmanes, los veganos, los budistas, los marxistas...? Y dicho esto, si creo que el conocimiento humano, el que se ha ido adquiriendo a lo largo de nuestra existencia, es el que debe hacernos mejores, con respecto a nuestra especie, y a las demás que habitan en el planeta. El sólo hecho de conocer la capacidad de sentir emociones, que hoy sabemos que existen en la mayoría de las animales, debería ser suficiente para respetarlos al máximo, y empatizar con ellos. La estupidez humana no tiene límites: hace poco, los musulmanes de Lérida, han protestado porque el ayuntamiento deja a los perros subir a los autobuses, y como para ellos son seres impuros, las autoridades se han planteado anular el permiso. ¿Qué valores están inculcando a sus hijos estos seres "puros"? Me pasa lo mismo con los valores que inculcan a sus hijos los que los llevan a una plaza de toros. Dejemos de hablar de valores, y hablemos de sentido común, de sensatez.

Sobre Tauromaquia, Veganismo, Derechos de los Animales... (Parte II)

http://divergencia-carlitox.blogspot.com/2011/02/alejandro-martin-navarro-licenciado-en.html

¿Caen o no en contradicción los veganos, cuando afirman que todo animal con sistema nervioso debe tener derecho a la vida, en cuanto tiene la posibilidad de sentir dolor, pero se resisten estoicamente a la idea de matarlos, aun si no sufrieran antes de morir?

El problema es que nos empeñamos en ver el veganismo como una teoría ética, cuando en realidad tiene todas las características (tanto por su forma presente como por su origen) de una forma de vida religiosa. Caen en contradicciones a la hora de dar un envoltorio científico o filosófico a sus intuiciones, pero sus intuiciones no son ni científicas ni filosóficas, sino que en ellas se funden misticismos varios: el sentimiento romántico de fusión con la naturaleza, la igualdad de todos los seres vivos (aunque la naturaleza real no se parece en nada a esto), el ascetismo alimenticio (y el sentimiento de poder sobre uno mismo que conlleva, como todos los trastornos alimentarios), el intenso proselitismo que practican, etc., etc.

¿Podría ser que muchos de estos “defensores de los animales”, colocan inconsciente e irresponsablemente sus emociones por encima de los derechos universales?

Sin duda. Caen continuamente en la falacia naturalista de Hume y de Moore: universalizan, como si fuera una obviedad, sus propios sentimientos de compasión, aunque éstos son completamente particulares y socialmente inducidos en el contexto de una cultura que cada vez se parece más a lo que Nietzsche llamaba la “forma europea del budismo”.

Desde tu punto de vista, procurarles una vida y muerte menos tortuosa, ¿es algo que se les podría imponer a todos los humanos?

Por lo general, los seres humanos preferimos vivir y morir de la forma menos tortuosa posible, naturalmente. Y está bien que trabajemos por ello. Sólo ciertas circunstancias morales nos obligan, y pueden obligarnos, a asumir un dolor que no deseamos.

No me expresé bien. Quise decir que, si desde tu punto de vista, se podría imponer a los humanos procurar una vida y muerte menos tortuosa a los no-humanos

Personalmente preferiría que los cerdos no chillasen de dolor en la matanza, pero no considero que esto pueda entenderse como una obligación moral para la humanidad, ni como un “derecho animal”.

¿Qué tanto calculas que influye la politiquería en los movimientos antitaurinos (al menos en España)?

El caso de la prohibición del toreo en Cataluña es evidentemente político, pues la contradicción es manifiesta: si el mal es matar toros, ¿por qué no se prohíbe la ganadería?; si el mal es hacerles sufrir para diversión del populacho, ¿por qué no se prohíben festejos populares como los correbous, donde los toros sufren, pero no mueren? Sin embargo, como estos festejos son exclusivos de Cataluña, parece obvio que la intención de los políticos nacionalistas era suprimir aquello que vincula a Cataluña con el resto de los españoles y blindar lo que los separa. Con todo, no quiero ser injusto con la realidad: la posición antitaurina está muy arraigada, yo diría que mayoritariamente, en la mentalidad de la España actual.

Aquí tu interlocutor vuelve a estar equivocado, salvo que Castellón, Valencia, Alicante, Murcia, Zaragoza, Teruel, o Medinaceli (precisamente la foto que has puesto pertenece al Toro de Júbilo de dicha localidad) estén en Cataluña. Debo informarte, además, que el embolamiento de toros se daba en muchos más lugares de nuestra geografía, incluso yo los vi de pequeño en Cantabria, donde fueron prohibidos, como en muchas otras localidades en donde ya no se practican. Y una vez introducido dicho matiz, debo dejaros claro que los ciudadanos promotores de la ILP por la abolición de las corridas de toros, están contra las correbous, que por cierto han sido legislados por ley, y esta ley ha traído como consecuencia, de momento, que a dos poblaciones catalanas que querían introducirlos en sus festejos se les haya denegado la autorización. Del mismo modo que dos comunidades han prohibido las corridas, Canarias (1991) y Cataluña, se han prohibido en otras muchas los correbous o toros en la calle. ¿Qué hay contradicción? Es evidente ¿Qué son los políticos por un puñado de votos los que han mantenido los correbous? No voy a ser yo el que diga lo contrario, es más, lo he denunciado públicamente en varias ocasiones, así como el evidente sufrimiento de estos animales. Ahora bien, creo que será evidente que en el momento en que la coyuntura lo permita habrá una ILP contra los correbous en Cataluña, y si no al tiempo. Serán los propios ciudadanos de Cataluña los que pidan su prohibición, y si no lo hacen, será el momento en que me replantee mi lugar y el de mis compañeros en este movimiento.

¿O sea que no te convence el argumento antitaurino que sugiere que es más cruel clavarle hierros a un toro que lanzarle periódicos como ocurre con los correbous? ¿O el que la crueldad de la muerte sumada a la de la tortura es mayor que la de ambas por separado?

Lamentablemente, esto hay que recordarlo a menudo: matar animales no es ninguna crueldad. Las sociedades humanas, siempre que han podido, han cazado y devorado carne animal. Quien sienta heridos sus sentimientos al contemplar la muerte de un toro (o de un cerdo, pavo, pollo…), que simplemente no mire. Pero lo encontrará fileteado en todos los supermercados de la ciudad, y la mayoría de esos animales habrán tenido una vida y una muerte mucho más dolorosa que la del toro. Así que esa es la primera hipocresía que hay que poner sobre la mesa. La segunda atañe a los correbous, y la resumiré en dos argumentos: en primer lugar, no es difícil comprender que el toro está, en lo que a su sistema físico y nervioso se refiere, mucho más capacitado para enfrentarse a un individuo con espada, que para huir, medio ciego, de una multitud histérica. En segundo lugar, los correbous sufren, habitualmente, muchos más maltratos de los que pueda suponer “lanzarle periódicos”, sobre todo en aquellos pueblos en que es habitual encenderles antorchas en los cuernos, lo que les suele provocar quemaduras en la cara y en los ojos, además del nivel de ansiedad que esta práctica, combinada con la algarabía de la multitud, provoca en los toros.

La crueldad en la muerte de un animal depende de cómo se lleve a cabo. Como veterinario sería cruel que si tengo que eutanasiar a un animal lo hiciera a navajazos o a martillazos en vez de hacerlo con una inyección letal por vía intravenosa que no le va provocar dolor ni sufrimiento. Por desgracia este método no se puede utilizar en animales que nos sirven para consumo, ya que el anestésico queda en los tejidos de los animales. Tampoco se trata de mirar o no mirar, sino de saber, y percibir que una parte de tu especie encuentra en espectáculos crueles una manera de llenar su ocio y de divertirse. La gente no va a los mataderos a ver como matan una vaca, allí no hay morbo, ni riesgo para el matarife, ni música, ni comida, ni alcohol, ni colorido… No se puede justificar la lidia en la existencia de espectáculos como los correbous, ni al contrario, ya como ya he comentado, nuestra postura es que todos ellos deben ser prohibidos. En unos hay muerte del animal, en otros no, pero en ambos hay ausencia de empatía y de compasión.

¿Qué tanta pedantería, contradicción o antropocentrismo; has encontrado entre las huestes animalistas?

Bueno, no conviene generalizar. Indudablemente, en el movimiento animalista hay todo tipo de gentes. A mí me apena y asusta especialmente comprobar cómo, muy a menudo, la defensa de los animales va acompañada de un asalto permanente a los derechos humanos: por ejemplo, en el contexto de la investigación médica, me parece intolerable esgrimir derechos animales cuando hablamos de la posibilidad de salvar vidas humanas. Siempre recuerdo un ejemplo que explica bien, creo, lo que trato de decir: en mayo de 2010, en España, un pit bull mató a un niño de dos años de la propia familia dueña del perro. El abuelo de la criatura, lleno de dolor y de rabia, ahorcó al animal. Las “huestes animalistas”, como tú dices, no tardaron en presentar una denuncia contra el hombre, recriminándole que lo sucedido no justificaba su acción. Pues bien, ¿qué puedo decir? Si la empatía con los animales nubla tanto a alguien de la empatía con un anciano que sufre por su nieto muerto, ya no veo buenos ideales, sino fanáticos a los que no hay que dejar más sitio en nuestras ideas.

Aquí, insisto en lo apuntado anteriormente, no hay sólo investigación médica en beneficio de nuestra especie, sino investigación en las que intervienen médicos, biólogos o veterinarios para mejorar la salud de los propios animales. Entiendo, y lo he dicho, que existen métodos alternativos de investigación que están sustituyendo en muchos casos a los experimentos con animales vivos, y me consta que en muchas universidades del mundo se trabaja en la búsqueda de nuevas alternativas. De cualquier forma, en esta ocasión le daré parte de la razón a tu invitado: nadie, ni tan siquiera los veganos se van a negar a recibir un tratamiento médico o a ser sometidos a una técnica quirúrgica que supuso la muerte de miles de animales antes de haber sido puesta en práctica en los quirófanos de los hospitales. Todos nos tiramos de los pelos cuando se nos dice que el hijo de un testigo de Jehová ha muerto porque sus padres se han negado a que le hicieran una transfusión de sangre. Podemos poner el ejemplo de la película “Camino”, en que una niña sufre lo indecible con un cáncer terminal, cuando su muerte podría haber sido mucho más “dulce” si no es por las creencias religiosas de sus padres.

El ejemplo que se menciona del perro que mató al niño lo conozco: lo que no se dice es en las condiciones en las que vivía el perro. Aislado del mundo exterior, encerrado y atado las 24 horas del día, y sin ningún tipo de socialización. ¿Quién es el culpable de que el perro se encontrara en esa situación? ¿Quién es el culpable de atípica reacción del perro? La muerte de ese animal era inevitable, pero: ¿había que colgarle de un árbol? ¿Para qué tenía ese señor un perro en esas condiciones de vida? Puedo entender perfectamente la reacción del abuelo, pero este acontecimiento tiene más lecturas que las que apunta tu interlocutor.

 

Sobre Tauromaquia, Veganismo, Derechos de los Animales... (Parte I)

Hace unos días, un blogero peruano me pedía mí opinión sobre una entrevista que había hecho en su blog a un filósofo; Alejandro Martín Navarro.  Dado lo interesantes que me parecieron las preguntas que se planteaban y las respuestas que se daban, decidí corresponder a la invitación, y aquí está el resultado.

En rojo figuran las preguntas que se le hacían a Alejandro, en negro sus respuestas, y en azul mis opiniones:

En una primera opinión dejé claros un par de conceptos sobre dos afirmaciones que hacía el filósofo:

Interesante hasta donde he leído. Tan sólo, de momento, dos apuntes, que son dos errores de peso en la argumentación de tu invitado: el gato no mata por diversión, sino como entrenamiento como cazador, dictado por su instinto y por su aprendizaje, y el toro no es una animal salvaje que se preste al combate o la lucha, sino un animal domesticado, con rasgos un tanto especiales, al que se le provoca dolor y sufrimiento para que defienda su vida.. 

¿Coincides con Savater en que el titular de un derecho, debe ser consciente de ello (algo imposible en los animales)?

No exactamente. Creo que es necesario ir más allá de la visión metafísica de lo moral: hay que entender que no existe una moral natural, en el sentido de un código de conducta y de buenos sentimientos arraigado en nuestra naturaleza. La naturaleza no conoce autolimitaciones. Es la inteligencia del hombre la que, como medio para su mejor autoconservación, inventa y desarrolla la idea de “derecho”, entre otras muchas. Creo que lo esencial en la idea de derecho es su “incondicionalidad”. Pero precisamente por eso no tiene sentido aplicarla a quienes usamos habitualmente como medios: no tiene sentido comer animales y experimentar con ellos vacunas contra el cáncer, pero luego decir que las corridas de toros y la caza de focas “violan sus derechos”. Se puede legislar, por supuesto, pero es un error peligroso plantear esas cuestiones en términos de “derechos animales”. 
Me gustaría saber la razón por la que algunos se empeñan en limitar su visión del mundo animal, a través de su especie, la humana, como algo que sólo tiene utilidad como un medio para la obtención de beneficios para su provecho personal. En la experimentación animal, aunque esté muy cuestionada en los colectivos animalistas, son más las especies beneficiadas. Yo, como veterinario, he dicho en numerosas ocasiones que los animales en general se ven beneficiados de este tipo de investigaciones. Son muchas las vacunas las obtenidas para la prevención de enfermedades en otras especies diferentes a la humana, y muchos los tratamientos descubiertos para curar sus dolencias, y muchas las técnicas quirúrgicas que salvan vidas en otras especies. Lo que se cuestiona ahora, y no sólo por los colectivos defensores de los animales, es que, con la evolución que han tenido los conocimientos científicos en los últimos años, existen métodos de investigación alternativos, que dejan obsoletos los métodos clásicos de investigación científica en los que se utilizaban animales vivos, en muchos de los experimentos que se realizan con ellos. Los fines, en ocasiones, pueden justificar los medios, pero no se puede comparar un fin, el de salvar vidas humanas, y de otras especies, con un fin lúdico y festivo como es una corrida de toros. Es obvio que cazar focas no tiene ningún sentido en el siglo XXI, porque tenemos muchas maneras de abrigarnos sin utilizar las pieles de estos animales, como es obvio que tenemos muchas maneras de utilizar nuestro ocio sin necesidad de provocar dolor y sufrimiento en un animal que es criado exclusivamente para ese fin, la lidia. El utilizar animales como un medio para ver colmados nuestros deseos, conduce, cómo se hace evidente, a la extinción de muchas especies de nuestro planeta que estaban ahí para cumplir un fin determinado a través de la evolución natural.. Nuestra especie se ha dedicado durante siglos a alterar esos ecosistemas y exterminar animales que desaparecen del planeta no por los las leyes que determina la naturaleza, sino por nuestra mala utilización de los recursos.

¿Sería lógico que gocen de alguna clase de derechos los animales, mientras no sean considerados como fines en sí mismos?

No, pero podemos legislar para protegerlos, en la medida en que los consideremos bellos, útiles o valiosos para nosotros. Destrozar obras de arte está penado, pero no por ello consideramos que un picasso tiene “derecho a la vida”.

De nuevo se utiliza en la respuesta a os animales como un bien material para nuestra especie: “bellos”, “útiles”, “valiosos”. ¿Es tan complicado entender que todos estos seres vivos están ahí para cumplir otras funciones independientemente de las que les da nuestra especie? Un Picasso no tiene derecho a la vida porque no tiene vida, es un objeto inanimado, es simplemente materia, no tiene sistema nervioso, ni órganos vitales, ni capacidad de sentir, ni de sufrir, ni ser de feliz, y si se me apura, tampoco tiene alma, ni sentimientos. No se trata de legislar para protegerlos en nuestro propio beneficio, sino en el beneficio que de esa protección se incorporaría a sus vidas. Legislar para ser que no sean torturados, o utilizados como meros objetos para beneficio de nuestra especie que no estén justificados desde la visión más lógica y racional. ¿Qué sentido tiene la utilización de estos animales en los circos o en los zoos? ¿La visión de su belleza en directo? ¿Es ése el valor que deben tener para nosotros? ¿Qué sentido tiene la captura de un delfín que recorre 30 millas todos los días para meterlo en una piscina de escasas dimensiones y que disfrutemos viendo como salta y hace “gracias” para obtener un pez muerto de los que captura en plena libertad todos los días de su vida en su medio natural, el mar o el océano? Nuestra diversión no debe ser motivo para justificar su esclavitud.


¿Entonces resultaría factible (hipócritamente o no) prohibir los toros –por ucase, aseverando que son mamíferos hermosos-, pero seguir permitiendo la matanza del cerdo?

Sería factible, y de hecho ya está ocurriendo. La prohibición de las corridas de toros son una constante en la historia de Europa desde, al menos, el siglo XVIII. Incluso antes ya algún Papa se opuso a esta tradición por considerarla violenta y embrutecedora. Hoy sobrevive en España, Francia y algunos países americanos. Lo que ocurre es que, efectivamente, es una actitud hipócrita y totalitaria: como a la mayoría no le gusta las corridas de toros, se prohíben, pero se mantiene la matanza de cerdos porque la mayoría no quiere renunciar a lo que obviamente es un placer tan innecesario como asistir a una corrida (¡bien lo saben los vegetarianos!). Es un ejemplo evidente de imposición de una moralidad privada sobre otras, por muy mayoritaria que sea.

Confundimos de nuevo conceptos: ¿por qué se mata a un cerdo, y por qué se mata a un toro en una plaza? ¿El fin es el mismo? Al toro de lidia no se le mata, cómo último fin de su existencia, para la obtención de alimento, sino para el disfrute lúdico festivo de los que asisten a su muerte. Si no fuera así se le mandaría al matadero directamente, aunque debo recordar que sólo un porcentaje pequeño de éstos acaban apuntillados en un coso taurino ¿Sufre un cerdo, aplicando la legislación actual sobre este tipo de matanza, lo mismo que un toro en una plaza? No, es evidente. La legislación actual sobre mataderos se ha dictado para reducir al mínimo posible el sufrimiento de este animal una vez llegado el momento de su muerte, mientras que el toro sigue sufriendo la misma agonía que padecía hace dos siglos. Al cerdo no se le puede matar sin aturdimiento previo, al toro de lidia, sí. Las matanzas domiciliarias del porcino están prohibidas en muchos lugares, y se han prohibido para evitar lo máximo posible el sufrimiento del animal.  Otra cosa es que se cumplan las normativas. No es una cuestión de mayorías (las que consumen carne de cerdo) y de minorías (las que acuden a las plazas). No es una cuestión de hacer prevalecer la moral de una mayoría sobre la moral de una minoría. Se trata de hacer desaparecer un sufrimiento inútil, el del toro de lidia, con respecto a otro útil, el del cerdo. La especie humana, dicen que, en un momento de su evolución, decide ser omnívora, porque dado el clima, los productos vegetales perecen antes de que puedan ser consumidos, y los productos animales no. ¿Podemos pretender que nuestra especie renuncie a un tipo de alimentación que la ha hecho subsistir desde que existe como tal? Podemos, y es evidente que unos cuantos millones de habitantes del planeta han renunciado al consumo de proteínas animales: pero: ¿no resulta más sencillo, a corto plazo, renunciar al uso de animales para cubrir otro tipo de necesidad como es la diversión? ¿Justifica una práctica la existencia de la otra? La prueba evidente es que las corridas de toros han quedado reducidas a una mínima parte de los países del mundo, mientras que el consumo de carne es universal. Muchos de los países en los que se utilizaban animales para diversión y entretenimiento de sus poblaciones los han prohibido. Las corridas de toros fueron exportadas por España a numerosos países que hace más de un siglo que las prohibieron, así como otros tipos de espectáculos en que los animales eran utilizados y muertos en ellos. La humanidad, aunque de forma lenta, ha ido imponiéndose códigos morales de conducta que han redundado en una mejora de la existencia de especies diferentes a la suya, y ése, pese a las retitencias de los taurinos, es el camino, no hay marcha atrás. Hay un concepto, el de la compasión que no he visto en ninguno de los argumentos de tu interlocutor, y debo recordar que la compasión es más que posible que exista en especies diferentes a la nuestra, como también existe la empatía.

¿Por otro lado, aparte de la “incondicionalidad”, es necesaria la “reciprocidad”, para ser titular de un derecho?

No es necesaria, al menos en un sentido que voy a tratar de explicar. Obviamente, la reciprocidad jugó un papel importante en la génesis de la vida ética: sólo hay que ver el Código de Hammurabi para entender que las primeras civilizaciones, ligadas a códigos normativos escritos, concibieron la moral de un modo contractualista: “esto” a cambio de “lo mismo”. Reciprocidad de bienes y de castigos. Sin embargo, el concepto moderno de “derecho” nos lleva más allá, incluso me atrevería a decir que se construye por encima de la reciprocidad, de tal manera que el peor torturador del mundo tiene derecho a no ser torturado, el violador a no ser violado, el inútil improductivo a recibir algún alimento, etc. Los derechos remiten a la incondicionalidad de la exigencia moral que nos lleva a considerar a los humanos como fines en sí mismos, esto es, a no poder utilizarlos a no ser que ellos se presten libremente a dicha utilización. Aceptar derechos en los animales supondría, por coherencia, prohibir el consumo de carne, la utilización de animales de carga o transporte, las jaulas de pájaros y demás mascotas encerradas, la experimentación médica, etc., etc. Es decir, el fundamentalismo vegano.

Estoy bastante de acuerdo en estas apreciaciones, no hay reciprocidad de castigos en el concepto moderno del derecho, pero me resulta curioso que se diga que “los humanos no pueden ser utilizados a no ser que ellos se presten libremente a dicha utilización”. Analicemos la frase, analicemos el mundo actual, y veremos la poca verdad que se encierra en ella. Los humanos, muchos humanos, son utilizados por miembros de su misma especie, sin su libre aceptación. Los derechos humanos no existen en muchos colectivos de nuestra sociedad. Ejemplos de la utilización de los menos favorecidos por los más favorecidos, podemos encontrarlos sin necesidad de rebuscar demasiado.
El error está en el mismo concepto que se quiere dar a los derechos que pedimos para animales. Sabemos, somos conscientes, que los diferentes derechos que son atribuidos a la especie humana, no pueden ser atribuidos al resto de las especies. Es obvio que un pato no debe tener derecho a una vivienda digna, a una sanidad gratuita, o una educación obligatoria, y no podemos pedirlos para él, simplemente por su naturaleza. Pero, ¿podemos pedir el derecho para un toro de lidia a que no sea utilizado como diversión por parte de nuestra especie, diversión que lleva implícita el maltrato, y la tortura en un ruedo? ¿Podemos pedir el derecho para una cabra que es arrojada desde un campanario no se arrojada y muera del impacto contra el suelo? ¿Podemos pedir el derecho para un perro que es introducido en un recinto cerrado para que otro de mayor fuerza física se entrene en las artes de matar para cuando se tenga que enfrentar a otro de sus mismas características? ¿Podemos pedir el derecho para un gallo de pelea, derecho de evitarle los daños físicos y una muerte cruel bajo el pico y las garras de otro gallo? ¿Podemos pedir el derecho para estos animales para que no sean utilizados en este tipo de costumbres más acorde con los bárbaros de tiempos pasados que con nuestros códigos de conducta morales que debemos mejorar día a día con respecto a ellos? ¿Podemos pedir el derecho para un galgo que es colgado de un árbol para que no sufra una muerte agónica? No es podamos, es que tenemos la obligación de pedirlos, y la tenemos por nuestra capacidad de razonar y de desarrollar y entender lo que es bueno, y lo que es malo, lo que nos hace humanos o salvajes. Y llamadlo como queráis, pero una vez obtenidas estas peticiones, y regladas por Ley, los animales que eran sometidos a esas prácticas, habrán obtenido derechos, y el que no los respete podrá ser condenado. Es de nuestra humanidad de donde nace el concepto del derecho, y su justa aplicación, es lo que debe hacernos diferentes.
Sobre la amplitud que debemos o podemos dar a esos derechos que debemos otorgar a los animales, ya he matizado algunas cuestiones en mis opiniones anteriores. Es muy sencillo: pedimos el derecho a que se respete al máximo la naturaleza, los hábitats que ocupan las distintas especies, y su derecho a no ser utilizadas en manifestaciones que atentan con lo que se conoce como bienestar animal.
No creo que haga falta echar mano de lo que tu interlocutor llama “fundamentalismo vegano”, para entender mi argumentación. No soy vegano, y no me hace falta serlo para defender mi discurso.

En algún lugar escribiste lo siguiente:

“…se puede entender el padecimiento de los pollos enjaulados y su posterior decapitación antes de llegar a mi plato aromatizado con limón y romero, pero no el padecimiento del toro para diversión del populacho. Pero ni el pollo es necesario para mi supervivencia, ni nadie dice que la supervivencia sea lo único que justifica el maltrato al animal. Si verdaderamente creyéramos, como afirman los veganos, que todo ser con sistema nervioso o capacidad de sufrimiento tiene derecho a la vida, ¿por qué no cerrar los mataderos y las carnicerías y sustituirlas por plantaciones de soja...”.

En primer lugar debemos aclarar que las normativas europeas en cuanto a la explotación de los pollos van a cambiar en un breve espacio de tiempo. Van a gozar de más espacio de movimientos y se va a tender a un sistema de explotación diferente. Añadamos a esto que cada día son más los consumidores que optan por la compra de huevos de gallinas criadas en libertad, y el consumo de carne de aves sometidas a una explotación en semilibertad, es decir, animales que no viven en jaulas, y que se someten a los ritmos de luz naturales. Dicen los dueños de las explotaciones de pollos en batería que el producto final, siguiendo los métodos señalados, es más caro, pero no es cierto. Y de nuevo podemos volver a incidir en el fin de este tipo de explotación animal: por un lado la alimentación de los que mayoritariamente no son veganos, que no vegetarianos (que incluyen en su alimentación los huevos), y los que se divierten o divertían (porque ya se ha prohibido), colgando gallinas de cuerdas y decapitándolas montados a caballo.

¿Consideras que las atrocidades que se infringen contra los animales, justifican otras atrocidades?

No sé si entiendo bien la pregunta. Creo que no hay una forma objetiva de medir qué atrocidades son justificables y cuáles no. Para un ecologista al uso, se puede matar animales para comer, pero no para divertirse. Para un vegano, en cambio, ambas acciones son literalmente “asesinatos”. Desde mi punto de vista, la posibilidad de ser matado por otro ser vivo es una ley que rige la vida natural: por eso no llamamos asesino al león que se come a la gacela, ni al gato que mata a la lagartija “por diversión”. En cambio, la vida humana está regida por un contrato universal más o menos explícito en torno a lo que es inviolable, contrato que constituye nuestra distancia con el resto de seres vivos.

Es evidente que si hay una manera de medir atrocidades, y de justificarlas, y habría que analizar lo que es o no es una atrocidad. Las leyes naturales establecen que un animal, el león, maté a una gacela o a una cebra para sobrevivir mediante la satisfacción de sus necesidades nutritivas sin cuya obtención desaparecería de la faz de la tierra. ¿Ha visto tu interlocutor como mata un felino de este tipo a uno a de los animales que le sirve de sustento? ¿Ha hecho el cálculo de éxitos-fracasos en cada intento de caza que inicia? La mayoría de las veces, su presa escapa de sus garras y de su boca, mientras que el toro de lidia jamás, salvo que sea indultado, escapa de un ruedo. La muerte de una gacela o de una cebra carece del dramatismo que rodea la muerte de un bóvido en una plaza. Una de las leonas ataca la yugular del animal, y el resto la tumba e inmoviliza. Son segundos lo que tarda en perder la vida. La agonía de un toro dura 15-20 minutos, y el torero y el público que asiste a su muerte no persigue como fin último el alimentarse de él tras su muerte. Ya he aclarado anteriormente la razón por la que un gato mata a una lagartija y que nada tiene que ver con la diversión que asegura tu invitado. En la naturaleza más salvaje también existe un contrato, mucho más universal que el nuestro, el que se desarrolla en base a leyes naturales de supervivencia. Este tipo de contrato si es que es inviolable, mientras que los que los nuestros son violados a diario.

Quiero decir, que las langostas sean echadas al agua hirviendo, a los cangrejos se les ampute una pata para que la otra crezca desmedidamente y se deforme y a las aves se les hinche el hígado artificialmente (para el paté); ¿pueden justificar alguna otra barbaridad que se cometa contra los animales?

Por supuesto, a eso me refería. La naturaleza no exige justificaciones morales: no hay nada más anti-natura que la moralidad humana. Un león devora, aún viva, a una cría de gacela; un gato tortura a una lagartija: el primero sobrevive; el segundo, sólo juega. Ambos están más allá del bien y del mal. Siempre me ha parecido paradójico que, en nombre de los animales, se demuestre tanto desprecio por la libertad, la inmoralidad y la inocencia de la vida animal.

Es evidente que los animales, salvo los de la especie humana, estén “más allá del bien y del mal”. Somos nosotros, a través de nuestra capacidad de razonar, los que establecemos dichos conceptos morales. En ninguna actuación de un animal que no sea humano existe la inmoralidad como es evidente. Todos ellos son inocentes de sus acciones. Y ahora toca preguntar: ¿es moral convertir el hígado de un pato en paté? Personalmente dejé de ingerir este tipo de alimento hace muchos años, pero no he dejado de alimentarme de carne de vaca, pollo, o cordero, o de comer pescado, cosa que hago cada vez con menos frecuencia. ¿Es lo mismo obligar a ingerir aceites a una oca o a un pato mediante un embudo que dejar que una vaca paste en una pradera comiendo lo que la naturaleza ha dictado que coma para ser luego sacrificada en un matadero y obtener la carne de la que nos alimentados? ¿Tienen estos dos tipos de prácticas las mismas consecuencias fisiológicas para los dos tipos de animales? ¿Sufre la vaca cuando come pasto? ¿Sufre la oca con la “empapuzan” con aceite? Es evidente que, en un caso no, y en otro si. Un organismo, el de la vaca, realizará sus funciones metabólicas con absoluta normalidad, y otro organismo, el del pato o el de la oca, no. No es natural convertir un tejido hepático normal de un ave en un tejido graso, ni lo es, ni es moralmente admisible cuando el único fin es obtener un supuesto manjar para determinados miembros de nuestra especie, que ni tan siquiera saben en muchas ocasiones el proceso de elaboración que ha llevado éso que se están metiendo en la boca.

¿Podría nuestra especie sobrevivir sin esas justificaciones morales que tu interlocutor califica como anti-natura. Para mí no son anti-natura, sino naturales dentro de los códigos de conducta que deben regir nuestros modelos de convivencia en cuanto a especie. Midiendo el gradiente de sufrimiento animal, ¿es igual el que padece una langosta hervida en agua que el del toro en una plaza? Pues hombre, comparando el desarrollo de su sistema nervioso me parece a mí que no, y volvemos al fin tan diferente que tienen ambos tipos de acciones.

A mí, en una ocasión, en un debate en el que estuve en una televisión española, me compararon el sufrimiento del toro durante la lidia, con el de una almeja viva a la que se echa limón, y se mastica posteriormente en la boca. Juzguen ustedes mismos.

¿Estás de acuerdo con las leyes existentes que protegen en cierta medida a muchos animales, entre los que no se encuentran los toros?

Las legislaciones al respecto cambian mucho de un país a otro. Habría que analizarlas una a una y ver qué aporta cada uno en según qué casos.

Es indudable que las legislaciones que se adapten mejor a un mayor respeto a los animales, y a su entorno, serán las más positivas.

En España particularmente. Uno no puede salir a la calle a cazar palomas, pero sí se pueden montar corridas de toros.

Ignoro si cazar palomas está prohibido, y las razones para ello. Siempre digo que podemos proteger a los animales del mismo modo que protegemos las catedrales o las playas. Es obvio, en el caso concreto que me planteas, que las corridas de toros no implican los inconvenientes habituales que vuelven necesario legislar nuestra relación con los animales: no hay peligro de extinción de la especie (más bien al contrario), el animal muerto es vendido para su consumo, no atenta contra la seguridad pública, etc. En realidad, la plaza de toros puede considerarse metafóricamente como un hueco de naturaleza en medio de la civilización: el hombre se adentra en el mundo hostil y violento del animal salvaje para representar una lucha a la que él se presta, atacando. No veo nada punible en ello, ni creo que pueda compararse al maltrato de animales domésticos, como entiendo que uno no pueda pasearse por la ciudad disparando a las palomas.

Desconozco el tipo de festejos taurinos que se desarrollan en vuestro país, pero decir que los espectáculos con toros de lidia no atentan contra la seguridad pública es desconocer de lo que está hablando. Son muchos los muertos que se producen en este tipo de espectáculos, y supongo que habrá estadísticas que lo demuestren. ¿No es un atentado para la salud las cornadas que recibe un torero? También se dan en ocasiones situaciones como el salto de un toro a las barreras de las plazas hiriendo al público asistente.  Muchas corridas de toros se celebran tras un encierro previo en el que se dan casos de muerte. Menos mal que las plazas son metafóricamente un hueco de la naturaleza dentro de la civilización. ¿Qué hay de natural en una corrida? Todo está reglamentado y calculado para llevar al toro a los engaños, y a una muerte segura. No veo nada de natural en ello, todo es forzado. Lo del mundo hostíl y el animal salvaje que se presta a la lucha ya lo he aclarado en otro apartado, y no tiene nada que ver con la realidad de una lidia. El toro se limita a defenderse de un ataque estudiado y premeditado. Es evidente que el mundo hostil y violento del toro de lidia, que no existe por cierto, se pueda poner de manifiesto en un ambiente tan artificial y desconocido para el animal como es un coso taurino. Yo si veo algo punible, el hacer de una manifestación de maltrato un espectáculo público, nada comparable al sacrificio de una res en un matadero, o  echar una langosta viva al agua hirviendo. Con respecto a esto último, hay gente que antes de introducirla en el agua, la parte en varios trozos antes con un cuchillo, todo esto en vivo, porque dicen que así tienen mejor sabor. Las palomas son exterminadas cuando es necesario por los ayuntamientos de las ciudades en las que resultan molestas, pero también es cierto que hoy en día se utilizan otros métodos menos radicales como es alimentarlas con comida que contiene hormonas que impiden su reproducción, o impidiendo que sus huevos se desarrollen. Me gustaría saber la razón por la que esto no es comparable al maltrato a un animal doméstico. Para mí es un sin sentido.

¿Te parecen más consecuentes con sus ideas los veganos, que los que proponen evitar torturas “por capricho” en los infrahumanos?

Todo fanatismo suele ser muy coherente con sus propios dogmas. El problema es que no sabemos qué significa “por capricho”. Para un aficionado a la tauromaquia, el toreo no tiene nada que ver con el que da una paliza a un perro, y no es más caprichoso que quien come huevos sabiendo en qué condiciones viven las gallinas y siendo consciente de que no le hace falta para sobrevivir. Es un problema de vivencias, de cómo percibe cada hombre el sufrimiento del animal.

El sufrimiento animal tiene una serie de parámetros a través del que puede ser medido, y el del toro de lidia, durante su estancia en el ruedo, está perfectamente estudiado, y han sido muchos los datos que yo he aportado al respecto. Nadie se puede escudar en la ignorancia; ni puede ni debe. El día de Nochebuena, hablaba con mi hermana y mi cuñado, muy aficionados a las corridas de toros, del tema de cómo se elaboraba el paté de pato y de oca, que por cierto pusieron encima de la mesa para cenar, y cuando empecé a explicarles el proceso de cómo se obtenían esos hígados no me dejaron continuar, me declararon que preferían seguir comiéndolo y disfrutando de su saber sin saber nada más. Hablamos de un médico y de una enfermera. Bueno, volvemos a la ignorancia consciente, mucho peor que la ignorancia inconsciente. Tildar de fanatismo a los que han elegido como opción el veganismo me parece razonablemente equivocado, pero bueno, tampoco soy yo quién para juzgarles, aunque en ocasiones discrepe de algunos de sus postulados, dejando constancia de que me merecen mi máximo respeto.

Si los animalistas en general, se pusieran de acuerdo en que no se debe matar animales, salvo para alimentación en países subdesarrollados y cuando se trate de investigaciones científicas que podrían mejorar las condiciones de vida de la especie a la que pertenece la víctima o de la especie humana, ¿Sería ésta una política ecuánime?

Es, al menos, a donde parece conducirnos el espíritu del tiempo. Se trata, sin embargo, de una aberración por la que la sociedad moderna, dominada por un puritanismo proto-budista, prohíbe al individuo aquello que forma parte de su naturaleza (y de la naturaleza en general) desde el inicio de su existencia en la Tierra: la utilización de los animales para su propio provecho. He llegado a leer en algún sitio la bobada de que la culpa la tiene nuestra herencia judeocristiana, que nos hace concebir a los animales como dispuestos para el hombre. Pero ¿acaso participan de esa herencia judeocristiana todos los miembros del reino animal cuando tratan a las otras especies como dispuestas para ellos? La naturaleza es el espectáculo de un universal, inmenso y cruel expolio de unos sobre otros. Los hombres jugamos otro juego que llamamos moral. Pero es nuestro juego. Ya está bien de esta moralina que los animalistas proclaman urbi et orbi. Y, por último, si les hacemos caso, ¿por qué conformarnos con esto? ¿Por qué no perseguir a todos los seres vivos que causan sufrimiento a otros? ¿Por qué no salvar a las focas del ataque de los tiburones? Sé que estoy exagerando, pero si se trata de evitar el sufrimiento de los seres sintientes, la caricatura que acabo de hacer sería la consecuencia lógica de toda esta locura.

Efectivamente creo que tu interlocutor está exagerando, y que lo que hace es una caricatura. La cuestión está en quién provoca el sufrimiento, y en la manera en como lo lleva a cabo. El tiburón que se come a un ser humano, o a otro pez no es consciente de que le está haciendo sufrir, ni la leona que atrapa a una gacela. Los animales son capaces de sufrir, sienten las alteraciones orgánicas que les provoca el sufrimiento, son capaces de percibir y sentir el dolor, del que la naturaleza les ha dotado como un mecanismo de defensa, pero no tienen conciencia de que cuando clavan sus dientes en su presa le estén provocando ese tipo de sensación. Cuando un perro o un gato me muerden en la clínica lo hacen para defenderse, no hay nada más en su acción. Nosotros si sabemos que cuando a un toro se le clava una puya, una banderilla, un estoque, un descabello o una puntilla, le estamos haciendo sufrir, tomamos conciencia de ello, pero no nos causa el mínimo reparo, obviamos ese padecimiento en aras de nuestro ocio y diversión. ¿Es esto moralina? La corrida de toros no es un fenómeno natural como puede ser que un tiburón ataque a una foca y acabe con ella a dentelladas. Si todos los espectáculos sangrientos y crueles que ha ideado el hombre a lo largo de su historia siguieran vigentes podríamos aceptar la argumentación de tu invitado, pero es evidente que con el tiempo han ido desapareciendo, y los que quedan también lo harán. La razón es sencilla, y nace del conocimiento que nos han dado ciencias como la etología y la neurofisiología, y de otras como la filosofía y la ética. Y se trata de eso, el juego con la moral, que debe conducirnos a evitar un sufrimiento inútil a esos seres a los que creemos poder dominar, pero que cuando nos enfrentamos a ellos en su ambiente natural nos demuestran que no es tanto nuestro poder sobre ellos, y de cuya observación tenemos muchas cosas que aprender. Y sí, efectivamente, es el “espíritu del tiempo” en que nos ayudará a terminar con esta barbarie, el espíritu que desarrolla las conciencias.

¿Qué le contestarías a un vegano que sostenga que los tiburones que comen focas no tienen posibilidad de elegir, lo necesitan para su supervivencia y carecen de racionalidad?

Para empezar diría que la supervivencia no es lo único que justifica el uso de animales: ¿estaríamos obligados a aceptar unas condiciones de vida lamentables para nosotros –con faltas de vitaminas, minerales, sin los avances médicos de la experimentación animal, etc.– para aceptar esta aberrante idea de “derecho animal”? Aún más: ¿cómo se puede exigir al hombre desocupar su lugar en la cadena trófica para satisfacer las exigencias emotivas de una minoría?

Pero ante todo, diría que con esa respuesta se está eludiendo el problema. Porque la cuestión no es, en efecto, que los tiburones dejen de comer focas, sino que –según plantea el activismo vegano– los seres conscientes, racionales, capaces de elegir, deberíamos hacer todo lo posible para evitar el sufrimiento de los inconscientes animales, creando técnicamente las condiciones para ello. Esto convertiría, por poner un ejemplo pedestre, en un deber moral el que yo impida a mi gato juguetear con la cabeza de la lagartija. Él no sabe lo que hace: pero yo sí, y debo evitar el sufrimiento (entendiendo, claro, que la frustración de mi gato no se considere sufrimiento). En realidad, todo esto muestra que para los veganos, como ya he dicho en otras ocasiones, la cuestión verdaderamente importante es la domesticación del hombre: ven con absoluta indiferencia los infanticidios, violaciones y sufrimientos en el reino animal, siempre que no sea el hombre el autor. Lo que les preocupa es convertir al hombre en el único animal completamente doméstico, de manera que su supuesto anti-antropocentrismo se les vuelve en contra: nada hay tan antropocéntrico como este moralismo lleno de escrúpulos que pretende colonizar toda la naturaleza con una moralidad que la naturaleza misma desconoce y rechaza.

Lo que no se conoce no puede ser rechazado, así que, la naturaleza no rechaza nada, sigue su curso hasta donde la especie humana se lo permite. Y es efectivamente por lo que apuntado anteriormente que rechazamos cualquier tipo de violencia que nace de la mano y del pensamiento del hombre con respecto a los animales. Lo del gato ya lo he explicado: es su instinto natural y su aprendizaje es el que le lleva a mover la cabeza de la lagartija, por lo que tu interpretación es errónea, y no sabes la razón por la que lo lleva a cabo. Volvemos de nuevo como se apunta a la consciencia o inconsciencia del que provoca el sufrimiento, que es el fondo del debate, y a la naturaleza del que actúa. Los infanticidios, violaciones (¿) y sufrimientos en el reino animal tienen un único fin, la reproducción, la jerarquización (en aquellos animales que establecen status de dominancia dentro de su grupo) y la obtención de alimentos para la supervivencia de las especies. ¿Hay algo que reprobar o modificar en ese tipo de comportamientos por parte de nuestra especie? La posición en la cadena trófica del hombre es la que ha llevado al planeta a la situación límite en la que se encuentra, a hacer desaparecer millones de especies, y a provocar los grandes desajustes que la naturaleza, y que esa cadena que nombras padece.
































14/2/11

"Dialéctica" taurina

Este artículo difamador y amenazador aparece en un medio de prensa taurino, "Aplausos".

 La Revolera

Me aseguran que el argentino que organizó el follón antitaurino en Cataluña, inventando la fórmula capaz de envenenar el ambiente contra la Fiesta de los Toros hasta su prohibición vía parlamentaria...
Me aseguran que el argentino que organizó el follón antitaurino en Cataluña, inventando la fórmula capaz de envenenar el ambiente contra la Fiesta de los Toros hasta su prohibición vía parlamentaria, aunque fuera con más trampas que una película de chinos, anda por Ecuador intentando la misma operación. Los ecuatorianos amantes del toreo pueden darse por jodidos porque el latinoché de marras es el enredador ideal para orquestarle a cualquier grupo de políticos venales, torticeros y mistificadores de la realidad un espejismo de razones argumentales para guillotinar el arte de Cuchares. Mucho más cuando se las tiene con un país en el que cubrir las primeras necesidades de cada día resulta milagroso. Irle a unas gentes que para comer tienen que emigrar a uña de caballo, obligadas por la miseria, con la cantinela del animalito indefenso de Walt Disney, es más que una golfada una crueldad.

Pero claro, cuando un mandamás bananero encuentra un aliado como el desvergonzado argentino en cuestión, capaz de facilitarle espejismos de causas justas para enmascarar el hambre y la falta de libertades de su pueblo, no pierde la ocasión de aprovecharlo al máximo. Así es que, adiós toreo en Ecuador. Aunque puede que en la América de sangre caliente alguien acabe haciéndole una cara nueva al mercenario en cuestión. Si eso le ocurriera, aplazaré mi llanto para mejor ocasión. No tengo tiempo para derramar una lágrima por semejante venao…

11/2/11

Reunión con estudiantes de turismo de la Universidad de Lugano en el Ateneo de Madrid


Ayer, día 10 de febrero, estuvimos en el incomparable marco del Ateneo de Madrid, reunidos con 35 estudiantes de turismo de la "Universitá della Svizzera italiana de Lugano (Suiza), y sus profesores. Durante una hora y media, Marta Esteban, Alessandro Zara, y yo, en representación de la Plataforma La Tortura no es Cultura, les expusimos diversos aspectos relacionados con la Tauromaquia.

Alesandro les hizo un resumen de la historia a través de los siglos de la llamada "Fiesta Nacional", Marta les expuso la actualidad del movimiento abolicionista en España, les habló de las subvenciones que los taurinos reciben por parte de los distintos organismos oficiales, y de lo que opina la sociedad española de esta actividad a través de diversos datos y encuestas públicas, terminando su intervención con un vídeo en el que se recogían las opiniones de algunos turistas a la salida de una corrida. A mi me tocó explicarles lo que es la lidia para el toro, las diferentes suertes que la forman, y las consecuencias físicas y psíquicas que tiene para el animal, es decir, hablarles del sufrimiento en estado puro.


  Había preparado para la ocasión un power point en el que aparecían algunas fotos de los tres tercios en que se estructura una corrida de toros: de varas, de banderillas, y de muerte. Lo cierto es que mi intervención no duró demasiado; cuando acababa de terminar de exponer el primer tercio de la lidia, el de varas, aquel en que el toro es sometido al castigo de la puya, ese arma cortante y punzante de 8,5 cm, de los que 6 cm corresponden a la cuerda de acero encordada y 2.5 cm a la pirámide formada por tres aristas afiladas cada una de ellas como la hoja de un bisturí, y empezaba a hablarles sobre el tercio de banderillas, la monitora nos pidió que dejara mi exposición. La razón: algunos de los estudiantes empezaban a encontrarse mal, y se estaban planteando abandonar la sala. Citando textualmente lo que comentó: "no están preparados para ver esto". Aún así, todavía tuve el atrevimiento de pasarles algunas fotos de la estocada y sus debastadores efectos en el toro. El descabello y la  puntilla no fue posible explicarlos.

  Ya había avisado previamente de que algunas de las imagenes que iban a ver eran bastantes duras, y cuando nos despedimos de ellos, dejé claro que lo que habían visto era la cruda y cruel realidad, la verdad de ese espectáculo.

  Lo cierto es que tras la frustración por no haber podido acabar el trabajo preparado para la ocasión, tendré que congratularme de que este grupo de personas sensibles no pisarán jamás una plaza de toros, y que en un futuro, cuando vengan a España con turistas de su país, no se les pasará por la imaginación llevarlos a los templos de la tortura.

  Creo que conseguimos cumplir el objetivo, o si se quiere, misión conseguida.

  Éstas son algunas de las fotos que vieron los estudiantes y que les provocaron su reacción.



8/2/11

Lesiones provocadas por las puyas durante la lidia.

En 1975, el veterinario don José María Romero Escacena, escribía: "hay que evitar la causa primordial de las caídas del toro de lidia, que no es otra que ese inadecuado uso de la puya que tanto se viene prodigando hoy.

Evidentemente su afirmación no es muy adecuada viniendo de un profesional que debería velar por el bienestar animal, ya que: "la única manera de evitar las caídas de un toro de lidia en una plaza, sería acabando con la Tauromaquia". Pero mientras llega ese momento, que llegará, sigo recopilando textos y comentarios que mantienen en plena vigencia lo que la asociación a la que pertenezco, AVAT, y yo, sostenemos para callar las voces de algunos compañeros de profesión que deberían hacer una profunda reflexión en sus conciencias, y alinearse en las filas de la razón científica.




El resto del texto que voy a reproducir a continuación es del mismo autor, y está publicado en el libro editado por el Ilustre Colegio Oficial de Veterinarios de Sevilla, con el título: "Tres ciclos sobre el toro de lidia", en el año 1975. Os aseguro que pese a la fecha en que fue publicado, no ha perdido vigencia, y que corrobora aún más, si cabe, todo lo que llevo manteniendo en los más de tres años que han pasado desde que me enrolé en el movimiento por la abolición de la Tauromaquia. 

Dice don José:

"Estamos de acuerdo en que es necesario equilibrar la lucha y para ello hay que restarle poderío al toro para ejecutar la suerte con menos riesgo. Se hace pues necesario producir a las reses determinadas lesiones técnicamente estudiadas, para producir pequeñas hemorragias que descongestionarán el estado de excitación provocado por la excesiva gimnasia funcional desarrollada por el animal en los 15 o 20 minutos que aproxidamante dura la lidia".

"Aparte de los casos que he presenciado de inutilización, parcial o total, de los toros que fueron víctima del primer puyazo, pudiera acumular un sin fin de casos registrados por otros tratadistas, por lo que huelga insistir en ellos".

"Todos los tratados de Tauromaquia nos dicen bien claro que el puyazo ha de localizarse en el morrillo, pero: ¿qué es el morrillo?"


El morrillo es la amplia masa muscular que podéis ver en la imagen superior, y que nada tiene que ver con la zona en la que surge la hemorragía que podéis ver en la siguiente fotografía en que dicha zona está intacta:

 
"El morrillo del toro es la región carnosa o muscular, muy voluminosa, comprendida entre la nuca y la cruz, y ocupa en toda su longitud, el borde superior del cuello o cerviz, por lo que también recibe el nombre de cerviguillo. Al colocar la garrocha en todo lo alto del morrillo se puede cargar la suerte, sin miedo a lesionar ningún órgano ni grandes vasos sanguíneos. De esta forma, el toro ha sufrido el castigo sin deterioro orgánico que le incapacite para continuar la pelea, puesto que la puya ha lesionado tan sólo el músculo trapecio, músculo grueso, potente, irrigado, como todos los músculos, por ramificaciones de vasos sanguíneos que producen pequeñas hemorragias, que más bien le favorece. Ahora bien: ¿cuántos matadores actuales serían capaces de lidiar toros en las condiciones de aplomo perfecto resultantes de una suerte de varas según las normas clásicas? Quizás pudiésemos contarlos con los dedos de una sola mano, y aún nos sobrarían algunos".



"¿Quién sale beneficiado de que la suerte de varas se realice incorrectamente? Los de siempre: la Empresa, los toreros y los apoderados. Luego, se hará responsables a los ganaderos de las carencias de los toros, cuando éstas sean resultantes, bien de las exigencias caprichosas de unos o de los castigos excesivos producidos antes y durante la lidia por personal ajeno a sus servicios. Un toro bravo, bravísimo, si lo castigan en exceso en la suerte de varas como se practica hoy esta suerte, puede quedar tan agotado con un solo puyazo que automaticamente perderá toda su bravura".

 En referencia a la nueva puya que se acababa de aprobar, y que es la que se utiliza actualmente, decía Don José:


 "Durante las corridas, la cruceta (tope situado a 8.5 cm de la punta de la puya) penetra más de una vez en el cuerpo del toro. Los toros siguen siendo víctimas del primer puyazo, lo que demuestra claramente que las heridas que produce el nuevo modelo de puya son tan agotadoras como las que producían las puyas de arandela (nº 2) (la puya de arandela, que se encontraba situada detrás del encordado, fue aprobada en 1971, y se deja de usar justo cuando se publica este libro, es decir, en 1975). En este mismo texto se reconoce que con los modelos anteriores de puya ( nº 1), en que no había tope, se llegaba a introducir en el toro hasta el palo de la garrocha. La puya utilizada era la de limoncillo, con modificaciones fraudulentas).


"Hace tiempo que no he visto picar, ni por casualidad, en el morrillo, lo que me hace sospechar que los picadores consideran que esta región la tiene el toro como un adorno inútil. El morrillo no tiene ninguna relación con la cruz del toro, ni con su lomo, ni con sus paletillas, que son las zonas que hoy se lesionan con las puyas, y sin embargo, aún existen, no ya aficionados, sino auténticos críticos que confunden estas regiones".


"Conforme se encuentran distribuidos los órganos torácicos, se ve lo fácil que es lesionar el pulmón, a poco que profundice la garrocha, si logra salvar el espacio intercostal. Cualquier lesión producida en ellos durante la lidia, podrá dar lugar a un derrame interno. Las lesiones pulmonares, generalmente producen la muerte en plazos más o menos breves, pero no es sólo la lesión producida la que acarrea la muerte, sino el cansancio, la fatiga, y el agotamiento físico que se desprenden de ellas. Un puyazo de hoy agota más al toro que cuatro o cinco que se realizaran en el morrillo. Un puyazo actual es suficiente para que el toro pierda en él  su poderío y su bravura".

"La única verdad sobre el tema que nos ocupa es que el castigo excesivo en la suerte de varas produce en el toro hemorragias abundantes, las cuales llevan consigo una gran pérdida de glóbulos rojos, con lo que disminuye ostensiblemente la oxigenación de los tejidos, y en consecuencia aumenta el acumulo de gas carbónico, que dificulta la respiración y va provocando la muerte del animal por asfixia.




"Cuando el toro abre la boca (hoy muy corriente desde el primer puyazo) indica que el castigo recibido fue excesivo: el abrir la boca es un síntoma de asfixia. Claro está que ése es el fin que persiguen los matadores: que el toro quede lo antes posible en estado preagónico para poder realizar esas "faenazas" que tanto entusiasman a la "muchedumbre".


"Aunque es muy difícil apreciar desde el tendido, incluso desde la barrera, los síntomas de agotamiento producidos por las hemorragias continúas, sin embargo, las consecuencias inmediatas sí que las notamos facilmente. Después de un puyazo, de los de ahora, observamos que el toro sale de la suerte completamente exangue, indiferente a todo lo que ocurre a su alrededor. Si pudiésemos reconocerlo de cerca, notaríamos una gran palidez de mucosas; en la conjuntiva, la visión se manifiesta torpe; el ojo pierde brillo; en una palabra, la sensibilidad se oscurece"

"Los pulmones, por su volumen ocupan la mayor parte de la cavidad torácica; por tanto, a poco que la garrocha penetre en esta cavidad, producirá una lesión aniquiladora en extremo. Una lesión de parénquima pulmonar con rotura de vasos provocará una hemorragía interna localizada en la cavidad pleural, lo que podrá conducir a una muerte lenta. Esta es una de las causas de las causas de las caídas de los toros".


"Pero los toros no sólo se caen por este motivo. He aquí, la razón: La puya perfora la piel y músculos superficiales de la región elegida por el picador (que nunca, ni por casualidad es el morrillo). Esto es más que suficiente para provocar un magullamiento de los músculos lesionados, con la consabida rotura de los vasos sanguíneos encargados del riego de tales músculos. La sangre fluye al exterior, dando lugar a una gran pérdida de glóbulos rojos, por una parte, y por otra, la sangre que no sale al exterior busca nuevos cauces dentro del propio tejido lesionado y los adyacentes, infiltrándose en ellos. Por regla general, los puyazos actuales se localizan en el dorso y lomo del toro, siempre bastante traseros, y cuanto más trasero, llega la sangre con más prontitud a los cuerpos de las vértebras alcanzadas por la puya; entonces la infiltración se verifica con facilidad a través de las articulaciones intervertebrales, invadiendo el conducto medular, con la inevitable compresión de la médula, que, irremisiblemente, produce una parálisis parcial o total, según la cantidad de sangre infiltrada en el conducto medular".




"La puya puede penetrar en el cuerpo del toro con más o menos oblicuidad. Si entra por todo lo alto de las agujas, o sea, la parte más alta de esta región, perfora lógicamente piel, el músculo trapecio y el romboides, y siguiendo una oblicuidad opuesta a la de las apófisis espinosas de las vértebras dorsales, según sea la penetración más o menos profunda, lacera los tejidos que encuentra en su camino. Podemos además decir sin temor a equivocarnos que la pica alcanza muchas veces un espacio intercostal lesionando el pulmón correspondiente al lado por el que entró. Sólo con que penetre hasta la cruceta es suficiente para lesionar, además de los músculos superficiales, los músculos dorsal, ancho, y multífido dorsal, que se encuentran relacionados con las apófisis transversas de las vértebras dorsales, que por lo tanto van a ser facilmente lesionables por la puya, puesto que éstas llegan casi siempre a los cuerpos de las vértebras dorsales. Regados estos músculos por la arteria dorsal, el primero, y por las intercostales ambos, e inervados por las ramas dorsales de los nervios torácicos, al ser lesionados los citados músculos por la puya, son destruidas las ramificaciones sanguíneas que los riegan, y la sangre se extiende en la forma ya descrita, infiltrándose por al conducto medular.



Si quieres seguir leyendo, y te quieres acercar a la anatomía de un toro de lidia, aquí dejo unos cuantos apuntes:

"En lo que se conoce como tercio anterior del toro se encuentran la cabeza, el cuello, y la parte anterior del tórax, con las extremidades anteriores o torácicas adosadas a ambos lados".

"Así, pues, perforada por la puya la piel que recubre el morrillo, el primer músculo que se lesiona es el que recibe el nombre de "trapecio", músculo grueso y ancho que tiene su origen en el ligamento de la nuca y en el supraespinoso, desde la primera vértebra cervical (atlas) hasta la décima vértebra dorsal o torácica, descendiendo por ambos lados de la espalda para terminar en la espina de la escápula, formando la envoltura muscular del borde superior del tercio anterior del tórax, protegiendo a su vez todo el borde superior del cuello, morrillo, así como las agujas, prolongándose posteriormente hasta la región dorsal. Lateralmente se extiende, en forma triangular por ambos lados, para insertarse en los bordes de ambas escápulas. Actúa como elevador del hombro, dirigiendo las escápulas hacia delante y arriba, y hacia atrás, y arriba".

"Desprovisto el morrillo del músculo trapecio, aparece una segunda capa muscular formada por el "romboides", que protege parte del ligamento cervical, en el que tiene su origen, yendo desde la segunda vértebra cervical (axis) hasta la octava vértebra dorsal o torácica, y se inserta en la cara interna de la escápula, actuando conjuntamente con el trapecio para reforzar la mecánica interna".

"Separado el músculo romboides, encontramos el gran ligamento cervical, en el que se insertan también otros músculos del cuello, además de los ya descritos trapecio y romboides. El gran ligamento cervical presenta tres porciones perfectamente definidas. Estas son "porción funicular", "porción ancha" y "porción laminar", desde su inserción occipital en la nuca, hasta alcanzar las extremidades libres de las apófisis espinosas de las vértebras dorsales".

"Dada la importancia anatómica de los órganos alojados en la cavidad torácica, merece un estudio algo más detenido, puesto que son lesionados con frecuencia por la puya. El armazón óseo de la caja torácica se halla limitado, superiormente por las superficies ventrales o inferiores de los cuerpos de las trece vértebras dorsales o torácicas; inferiormente por el esternón, y lateralmente por las trece costillas de cada lado. Los músculos intercostales son los encargados de cubrir los espacios entre vértebras, reforzados por otros músculos".

"La base anterior de la cavidad torácica queda libre para dar paso, de fuera a dentro, a la tráquea y el esófago, y de dentro a fuera, a los grandes troncos sanguíneos de la arteria aorta y la vena cava en posición anterior. La base posterior del tórax se halla obturada, oblicuamente, por el diafragma.

"De todos los órganos torácicos, el más facilmente lesionable por la puya, y que no debería serlo, es el pulmón (derecho o izquierdo según el lado por donde entre la pica)"

Los pulmones son desiguales; el derecho es mayor que el izquierdo y suele pesar la mitad más que éste. Ambos se encuentran divididos en lóbulos por profundas cisuras interlobulares. El pulmón izquierdo se divide en tres lóbulos, cuyos nombres de adelante atrás son: "apìcal", "cardiaco" y "diafragmático". El pulmón derecho se divide en cuatro lóbulos, uno más que el izquierdo; el lóbulo intermedio se sitúa entre el cardiaco y el diafragmático. El lóbulo apical del izquierdo es mucho mayor que el del derecho".



"El mediastino es un tabique longitudinal que va de arriba a abajo en la cavidad torácica, y la divide en dos cámaras laterales, revestida cada una de ellas por una membrana serosa llamada pleura, por lo que recibe el nombre del cavidad pleural".